Una cantimplora en el desierto

Luis Salvador es como aquellas figuras de papel recortable con las que es posible vestir diferentes disfraces

Partamos de la base que a mí esto del 2+2 me parece una oferta del Dani. Ahora que se van a cumplir los dos años del mandato de Luis Salvador, anda el patio revuelto por saber si existió un pacto con Sebastián Pérez para gobernar a medias el Ayuntamiento de Granada. Dos años tú y dos años yo. Ahora, tras los apostatas que han salido del armario para verificar que sí hubo pacto, la sensación de que nadie sabe lo que va a pasar en el Consistorio granadino es como la que debieron sentir aquellos aficionados a los temas extraterrestres que esperaban a ver quién bajaba la escalera del ovni gigante de Encuentros en la tercera fase. Y, sobre todo, si quien baja las escaleras viene en son de paz. Con la escotilla ya abierta, hay quien desea que quien aparezca sea el que ya fue alcalde, hay quien desea que por fin una mujer esté en la orla de los gobernantes municipales y hay quien no ve otro cambio que el de seguir con lo mismo para que adquiera sentido el refrán de más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Los de Bwin han abierto las apuestas.

Luis Salvador, con esa agudeza que le hace estar por encima de los mediocres, es como aquellas figuras de papel recortables a las que es posible vestir con diferentes disfraces y con distintas naturalezas para seguir estando en el neceser de esa niña pija que es la política. Primero llevó el rojo zetapé, luego el de la mascota Naranjito y hay quien dice que ahora quiere ponerse el azul qué pollas para no tener que levantarse sin saber qué hacer. En cuanto a Sebastián Pérez, sabido ya que es la reencarnación de aquel muerto viviente que iba de un lado para otro sin saber a quién hincarle el diente, cumple aún con el requisito de que se puede ir por la puerta contraria de los que él cree que lo traicionaron. En las películas de indios es aquel a que en pleno desierto dejan enterrado con la cabeza fuera para que lo piquen los alacranes. Alguien sediento que espera la mano con la cantimplora de agua (a ser posible de Emasagra) para lograr desenterrarse y ser él el que clave el aguijón. Entonces todo acabaría siendo como la adaptación a la política de la situación aquella que provocó el hincha del paraguazo que hizo suspender el partido cuando íbamos ganando. Y en esto acabé la botella de vino de Albondón.

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