Con dos carajillos

Los trabajadores no tienen tan claro que la izquierda vaya a defender que todos tengamos los mismos derechos

Alguna mente prodigiosa e intelectual, por supuesto de izquierdas, ha sentenciado que la ultraderecha que ocupa cincuenta y dos escaños en el Congreso de los Diputados es lo mismo que el Partido Popular tras beberse dos cafés bien cargados añadidos de un buen anís o un coñac. La susodicha bebida, el carajillo, yo solo la he visto beber a gente trabajadora al inicio de una jornada, a muy tempranas horas de la mañana, o bien tras una comida al cerrar una dura jornada de trabajo. Supongo que esos trabajadores votarían a la izquierda, es decir a esos partidos que dicen defender la igualdad y garantizan que todos tengamos las mismas oportunidades sin importar si uno ha nacido en Huelva o en Gerona (perdón, Girona).

Esa ultra-izquierda, que vive instalada en la superioridad moral de poder decir que el PP es lo mismo que Franco desenterrado pero con dos dosis de alcohol, es la misma que apoya a gobiernos que acaban con sus dirigentes encarcelados y/o procesados (léase Brasil y Argentina), huidos (léase Bolivia) o mantenidos por la fuerza (léase Venezuela). Me dirán ustedes que puestos a buscar ejemplos en América también podríamos nombrar a Chile con una derecha en el poder y en problemas. Claro que para la izquierda intelectual la derecha de Chile es como Pinochet tras meterse en el cuerpo un par de "piscos" (un licor de unos 35 grados parecido a nuestro orujo).

La intelectualidad, siempre de izquierdas por supuesto, ha concluido que en España se puede censurar a un presidente por no saber nada de la corrupción de su partido o si lo sabía nada hizo. Ahora bien si, en la tierra donde esa izquierda gobernó durante casi 40 años, hubo corrupción y desvíos interesados de dinero público, eso nada tiene que ver con el partido que gobernaba. Eso debe ser otro invento de la ultra-derecha tras beberse un whisky doble.

Los españoles deben tener un grave problema de hígado. La ultra-derecha consiguió un diputado en 1979, a los 4 años de la muerte del llamado Generalísimo; y a los 45 años resulta que consigue más de 50. Pareciera que hemos tomado muchos carajillos. O eso o es que los trabajadores no tienen tan claro que la izquierda, siempre tan intelectual, vaya a defender que todos tengamos las mismas oportunidades y derechos, estemos en el cabo de Gata o en el cabo de Creus (perdón, cap de Creus). Vale.

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