Quousque tamdem

Luis Chacón

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La carga del Alcántara

Hace un siglo, setecientos caballeros escribieron una de las más heroicas gestas de nuestra historia

Solo un puñado de países pueden presumir de una historia como la de España, cuajada de proezas, sean felices victorias o tristes y agónicas derrotas. Una historia en claroscuros como la de cualquier otra nación que haya dominado el mundo y extendido plus ultra sus dominios, lengua, religión, cultura y costumbres. Pero no hay ninguno cuyo pueblo y gobernantes parezcan despreciarla más. Se dejó pasar, sin pena ni gloria, el Bicentenario de la Pepa y el del Trienio Liberal y obviamos el V Centenario de la Conquista del Imperio Azteca igual que haremos con el Inca, como si las hazañas de Cortés y Pizarro no fueran merecedoras de orgullo y recuerdo. Supongo que unos por mera política, otros por ese ridículo complejo ante el indigenismo avivado por los criollos para soslayar sus propias miserias y el resto por puro desinterés. Parece que hoy, la historia de España se limita a la II República, la Guerra Civil y el Franquismo y no por ningún ansia de análisis o afán de reconciliación sino, en demasiadas ocasiones, por mera oportunidad política jaleada por politicastros de la peor catadura moral y deplorables intereses.

Hace un siglo, setecientos caballeros del Regimiento de Alcántara escribieron una de las más heroicas gestas de nuestra historia. Los Centauros del Igan dieron su vida por la Patria, por los miles de compañeros que pudieron retirarse gracias a su sacrificio y por sus compatriotas, aterrorizados ante la crueldad desplegada por las rebeldes cabilas rifeñas tras el Desastre de Annual. Entonces, nuestros abuelos cruzaban el estrecho para servir a España en su última aventura colonial. En esos días y hasta su derrota tras el Desembarco de Alhucemas, que tampoco se conmemorará, los nombres de Abdelkrim y Er Raisuni sembraban el pavor en las crónicas periodísticas y llevaban el dolor de la pérdida a miles de hogares.

Conmemorar es recordar juntos, honrar a quienes cumplieron con su deber, glosar sus virtudes y su entrega, estudiar el pasado en la distancia desapasionada y aprender de él. Pero borran la historia con el riego de olvidar lo que fuimos y somos para no ser nada en el futuro. Y todo, por un delirante complejo de corrección política y mera desidia institucional. El Regimiento de Alcántara no tuvo un Tennyson que loara su bravura en el Valle de la Muerte, ni un Kiplyng que le reivindicara, pero nadie podrá borrar jamás de la historia aquella heroica carga de caballería.

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