Un casco ruso en la Base Aérea de Armilla

¿Cómo asumiría el piloto ruso que su ejercito estuviera bombardeando Kiev, una ciudad por la que dio la vida?

En una vitrina del recoleto museo de la Base Aérea de Armilla hay un casco de piloto de helicóptero que perteneció al ruso Anatoly Grishchenko. ¿Quién fue Anatoly Grishchenko y porqué está su casco en el museo granadino? Mi curiosidad periodística se despertó cuando vi ese objeto el otro día en que visité con mis alumnos del taller de escritura la citada base aérea. Un miembro de la Asociación de Amigos de la Base Área 'Los Volantones' me contó la historia. Resulta que Anatoly Grishchenko, que había nacido en Leningrado, fue uno de los pilotos rusos que participaron en el vertido de hormigón y arena sobre el entorno de la central nuclear de Chernobil en las jornadas siguientes al 26 de abril de 1986, cuando se incendió uno de los reactores de la planta, en las cercanías de la ciudad de Kiev, en Ucrania, que por entonces pertenecía a la URSS. Él acostumbraba a pilotar helicópteros civiles por entonces, y tras el accidente formó parte del cuerpo de técnicos que condujeron algunos aparatos con blindaje de plomo hacia la central en un intento desesperado de detener la nube radiactiva, que se extendió cientos de kilómetros. Él sabía de lo peligroso de la misión porque le podían alcanzar las emisiones radiactivas, pero aun así prefirió la amenaza de la muerte y salvar a miles de ucranianos. Anatoly murió poco después debido a un cáncer que le produjeron esas radiaciones. En varias partes del mundo se le rindió homenaje y en Ucrania fue declarado héroe nacional. En España la base Aérea de Armilla le organizó unas jornadas de reconocimiento a su heroica labor. A la ciudad granadina vino una delegación del ejército ruso y colocó una maqueta de un helicóptero. Su viuda donó a la base granadina el casco de vuelo del héroe de Chernobil. Mientras que el miembro de 'Los Volantones' me explica esta historia, desconocida para mí, yo pensaba en lo que estaba pasando actualmente en Ucrania. ¿Cómo asumiría el piloto ruso el que el ejército al que él perteneció estuviera bombardeando ciudades tan queridas por él como Kiev, ciudad por la que dio su vida? Tal vez se preguntaría qué demonios ha pasado para que se desencadene esta guerra en la que sus compatriotas estén matando a las mismas personas (o a sus descendientes) que él salvó. Menos mal que los muertos no viven para ver las barbaridades que la Historia cuenta después.

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