Editorial

El caso Pujol radicaliza y debilita a Mas

SI ya era rehén, el caso de Jordi Pujol y su familia ha terminado por convertir a Artur Mas en un autómata de Esquerra Republicana (ERC). Hasta ahora, el presidente de la Generalitat mantenía que el referéndum independentista sólo se celebraría si era legal, lo que llevaría implícito el respaldo del Gobierno central. Imposible. No es que Mas contase con un plan B, como ahora se encarga de negar, sino que manejaba dos o tres más. Ante la ilegalidad de la consulta, Mas no convocaría el referéndum, pero sí unas elecciones autonómicas anticipadas que se considerarían plebiscitarias, y en la que los independentistas podrían obtener su victoria. Pero el vergonzoso caso de la familia Pujol, una dinastía que aspiraba a perpetuarse en Cataluña a través de la influencia política y del dinero, ha erosionado el escaso liderazgo de Mas, que ahora acepta la tesis de ERC: aunque sea ilegal, la consulta se celebrará de acuerdo con la ley catalana, aunque ésta sea declarada inconstitucional. Tendrá que ser el Gobierno central el que impida su celebración. Si esto ya es grave, más lo es que el Gobierno central se haya quedado sin nadie con quien negociar en la Generalitat. Artur Mas ya no le sirve; tocado por el ocultamiento de la herencia de Pujol y por los negocios de sus hijos, es improbable que el presidente catalán pueda mantener una posición algo diferente frente a aquellos que han conseguido involucrar a la sociedad catalana en una deriva sin final. Convergència no sobrevivirá al escándalo de su fundador, y será otra formación la que agrupe al elector nacionalista, pero no independentista. Ante esto, el presidente Mariano Rajoy aún tiene más razones para mantenerse firme. Las prisas son de otros, las de quienes marcaron el 9 de noviembre como fecha de una consulta ilegal. Los aprietos son de quienes han engañado durante más de 30 años a sus electores y a todo un país, España, desde unas supuestas posiciones de Estado que ocultaban la avaricia más mundana.

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