"¿Has cerrado la llave del gas?"

La vida no es más que un esfuerzo inútil en la escalada de la memoria porque siempre caemos en el abismo del olvido

La vida no es más que un esfuerzo inútil en la escalada de la memoria. Y es un esfuerzo inútil porque siempre acabamos cayendo en el abismo del olvido.

Esta entrada de artículo entre filosófica y chabacana es para justificar la historia que viene a continuación, la historia de todos los veraneos y de todos los viajes.

Has metido las maletas en el coche y estás a punto de salir. Como cada vez te fías menos de tu memoria, has estado toda la mañana intentando que no se te olvide nada de lo que quieres llevarte: el libro nuevo que has comprado, el cargador del móvil, el portátil, la máquina de fotos, las pastillas contra el ardor de estómago... Todo, lo llevas todo. Pero emprendes el viaje y cuando llevas veinte kilómetros o así oyes a la parienta que te dice:

-¿Has cerrado la llave del gas?

-Maldita sea. ¿Y ahora me lo preguntas?

-Te lo pregunto cuando me he acordado. Te dije que de eso te ocuparas tú.

-Ya sé que me lo dijiste... Pero sí, yo creo que sí la he cerrado.

-¿Crees que sí? Bueno…si lo crees... -deja caer ella sibilinamente para que la que actúe a continuación sea tu jodida conciencia.

Tienes el noventa y nueve por ciento de seguridad de que has cerrado la llave del gas, pero queda ese maldito uno por ciento que es el que se convierte en obsesión. Anda y si cuando volvamos está la casa destruida por una explosión… Te comes el tarro de tal forma que decides dar la vuelta.

Otros veinte kilómetros entre reniegos porque querías evitar los atascos de la circunvalación. Llegas a la casa, abres la puerta, te diriges al lugar a donde está la llave del gas y compruebas que sí, que está cerrada. Con cierto malestar por no haberte fiado de ti mismo y por haber puesto en duda tu propia seguridad, te montas de nuevo en el coche y por segunda vez emprendes el camino. Si estabas seguro de que había cerrado la maldita llave del gas… ¿por qué has vuelto? Antes no eras así, pero últimamente dudas de todo. La última vez, te dices.

Pero cuando llevas veinte kilómetros o así, la parienta vuelve a abrir la boca para decir:

-Y la puerta del garaje... ¿la hemos cerrado?

Y entonces tú tienes ganas de parar el coche y ponerte a llorar.

Lo dicho, la vida no es más que un esfuerzo inútil en la escalada de la memoria.

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