Los días de lluvia tienen un componente antipático. Nos pasamos medio año clamando por su aparición, pero cuando lo hace parece que a casi todos los disgusta. Se aprecia en los comentarios a pie de calle, en los comercios, los bares o en los círculos familiares o entre amigos. Ayer, tras unos días en los que más de uno pensó estar ya en primavera y no dudó salir a la calle en manga corta, volvió la lluvia. Y eso sí, dentro de la antipatía generalizada, siempre hay un grupo al que le encanta la lluvia tanto como los juguetes más o menos tecnológicos: los niños... y sus botas katiuskas.
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