La Semana Santa ya está aquí y con ella el cíclico discurso de los que aborrecen esta fiesta religiosa. Cierto es que colapsa la ciudad y que cruzar una simple calle para entrar en casa puede ser más penoso que cruzar la selva, pero no menos cierto es que, dejando de un lado las creencias, supone todos los años una inyección económica para la provincia. Y aunque gustos como colores, tiene una innegable belleza y un contenido espiritual más allá incluso de la religión.

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