Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

La ciudad se despereza

La ilusión está en la tecnología en desigual competencia con otras grandes ciudades, pero al menos se intenta

Se perciben grietas en el muro de una ciudad que se iba poco a poco deteriorando sin remedio. Tímidos aún y sin coordinar, pero el pulso de la ciudad, hasta hace nada completamente inane y átono parece que empieza a recuperar el latido, lejos aún de aquellos tiempos en que en Granada vibraba pujante con esa perdida alegría que ahora añoramos todos.

Cierto es que en mitad de la penuria reciente no había quien emprendiera nada. Las arcas con telarañas, con proveedores y personal por cobrar lo suyo. Era lo primero encauzar las cuentas y esperar a que escampara. No ha debido ser fácil habida cuenta de los cientos de millones de deuda acumulados, que unos dicen que la puya es de unos y otros de otros y al final era el agujero de todos. Lo mejor en este arrojarse lodo de una bancada a la otra es hacer oídos sordos a los que vociferan desde cada lado y fijarse en cosas sencillas y cotidianas como la calidad del aire (malísima en una ciudad sin casi industria), el servicio de transportes (más que mediocre y siempre por arreglar hasta que se descubrió la pólvora de rescatar el tranvía que algún lumbreras decidió quitar en tiempos), la recogida de basuras o la limpieza de las calles. La política municipal es de cercanía, de ahí lo fácil que resulta ver los resultados del dirigente de turno.

El foco de la ilusión se ha puesto en la tecnología en desigual competencia con grandes ciudades que tienen más papeletas para llevarse esas pomposas agencias y aceleradores. No sé yo si nos la darán pero al menos se intenta. Y si no éstas, pues las que sean, todo sea por sacar del letargo y el monocultivo económico a esta Granada que se afana en ser cada vez más turística (hasta cinco hoteles de cinco estrellas cinco van a abrir, no veas) y también más saturada de un turismo espasmódico que se apiña cada puente entre Correos y Plaza Nueva, territorio donde de aquí a nada no habrá ya ni tapas ni bolsillo que se pueda permitir los precios que se van cobrando por un café o unas pastas.

Para malestar de los agoreros y pesimistas sin remedio, se nota que salimos ya del virus y sus secuelas y que hay ánimo para abrir bares nuevos y tiendas distintas, aunque sean franquicias. Ojalá siga la racha más allá del puente de la Virgen y veamos a la ciudad despertarse vibrante, renovada, distinta.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios