Los ciudadanos y Rubalcaba

Sólo el paso del tiempo será el que ofrezca la dimensión real de sus aportaciones al bienestar y a la democracia

Soy un profundo admirador de Alfredo Pérez Rubalcaba y he tenido la suerte de formar parte de su equipo en el grupo parlamentario socialista en la legislatura 2011-2015. El mismo día que sufrió el ictus habíamos contactado preparando una intervención que debía haberse celebrado ayer mismo día 17 de mayo en una actividad académica en la que íbamos a participar los dos.

Con su muerte, somos muchos los que pensamos que perdemos a una gran persona y a un gran político y, como ya dije cuando hace unos años dimitió como secretario general del PSOE, creo que sólo el paso del tiempo será el que ofrezca la verdadera dimensión de sus aportaciones al bienestar general y a nuestra democracia. Baste recordar su protagonismo en la victoria del Estado sobre la banda terrorista ETA.

Pero a mi me resultó muy trascendente e importante el mensaje que puede extraerse de la reacción de miles y miles de ciudadanos que acudieron de forma masiva y espontánea a su capilla ardiente en el Congreso de los Diputados.

La presencia allí de tantas personas anónimas y los comentarios que nos llegaron de toda esa gente a través de los medios de comunicación, expresan un claro reconocimiento de la forma de hacer política, con mayúsculas e inteligencia, que ha caracterizado la trayectoria pública de Rubalcaba.

Pero también, supone una demanda implícita (y también, explícita) a los actuales líderes políticos del país para que enfoquen su línea de actuación ante los problemas actuales con esos criterios de altura de miras y de política de Estado que requieren muchos de los asuntos que nos afectan al conjunto de los españoles y españolas.

El conflicto territorial entre Cataluña y el resto de España, la reforma del sistema de pensiones para garantizar su sostenibilidad, la reforma del sistema educativo para asegurar su excelencia y su solvencia ante los desafíos de la renovación tecnológica y de las demandas del mundo laboral, la generación de un nuevo Estatuto de los trabajadores que derogue la reforma de 2012, la reforma del Sistema Nacional de Salud para asegurar equidad, calidad, solvencia y sostenibilidad o el impulso de políticas de empleo con especial orientación a los jóvenes, forman parte de un largo etc de asuntos, en los que sin luces largas o sin políticas de Estado de las que hacía gala Rubalcaba, será difícil que auguremos el éxito deseable para beneficio de todos. Para mi, esa es la lección de los ciudadanos ante la muerte de Rubalcaba. Tomemos nota de eso.

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