Dos no se pelean si uno no quiere. La cuestión es saber dónde están los límites de quién quiere bronca y de quién no, dónde están las entendederas de cada uno y hasta cuánto están dispuestos a tolerar. Y una mayoría muy silenciosa no quiere hacerlo. La España de la que todos íbamos a salir mejores está dando muestras de tener poca, muy poca, cintura para ser el país en el que nació la tauromaquia, aunque también sea la patria de la cintura de Alkorta, aquella con la que Romário confirmó esta regla. El coronavirus y el confinamiento, unido a una clase política incapaz de renunciar a una dialéctica desde hace años exagerada y exacerbada, que parece producto de una marcada estrategia pergeñada en Madison Avenue, destinada al "o nosotros, o el caos", está haciendo que vayamos saliendo de fases pero que el país se meta en una ola de tensión e intolerancia que muchos piensan que, para esto, mejor seguir en casa metidos. ¿Quién dirá "hasta aquí"? Dejen de cabrearse, intenten ser buena gente con todos, porque al final todos somos todos y nos necesitamos con todos los colores.

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