La esquina

josé / aguilar

Menos comida, y peor

MIENTRAS los expertos discuten si son cinco, siete o doce los síntomas de que está más cerca la luz al final del túnel de la economía -de brotes verdes no se atreve a hablar nadie-, dentro del túnel propiamente dicho lo que se palpa es todavía sombrío a más no poder. Por ejemplo, comemos menos y comemos peor. No hay mejor síntoma del empobrecimiento colectivo.

El aumento del paro, la subida del IVA y otros impuestos, la eliminación de las pagas de los empleados públicos y las rebajas salariales de los privados han traído una caída del consumo. Primero cayeron la compra de coches, el gasto en vacaciones y otras partidas prescindibles dentro de la economía familiar. Hasta el teléfono móvil registró, por vez primera, un bajón de casi dos millones de unidades. Ahora ya se ha traspasado la frontera del consumo alimentario, ese que todas las familias ven como la línea roja que nunca debe cruzarse.

Se ha cruzado. Según el Ministerio de Agricultura -comandado por el hombre de los yogures caducados, Miguel Arias Cañete-, el consumo de alimentos se contrajo un 2,3% en septiembre y un 1,6% en octubre. La necesidad objetiva de ahorrar por falta de dinero se ha dado la mano con la necesidad psicológica (antes de la crisis se tiraba mucha comida en los hogares) y el resultado es que el presupuesto para alimentación se ha encogido. No se ha reactivado el consumo, que es la condición para salir del hoyo, sino que se ha deprimido.

No sólo es la pérdida cualitativa que hace que se sustituya el aceite de oliva por el de girasol y la carne de ternera o cerdo por la de pollo y que las exquisiteces no sean sustituidas por nada, sino aparcadas o directamente desterradas sine die. La merma es también cuantitativa: se compra menos de todos los productos, se comparan precios como nunca, se prefieren las marcas blancas ligadas a los hipermercados y proliferan las ofertas de dos por uno o tres por dos, sin que ni siquiera eso anime a los consumidores.

Porque donde no hay, no hay, y resulta poco menos que inútil tratar de exprimir más los bolsillos esquilmados. Otro dato: los salarios crecieron una media de 1,3% el año pasado, la cifra más baja desde 1981. Los precios crecieron un 2,9%. La resta es fácil: el poder adquisitivo descendió un 1,6%. Ahí tienen la explicación de que comamos menos y de peor calidad. Para entrar en detalles, miren y pregunten en cualquier mercado... si es que no lo viven en carne propia dentro de sus casas.

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