La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Nosotras las conejas

Sexo consentido o violación. En el caso de La Manada, el dilema es el mismo que hace 30 años con la 'sentencia de la minifalda'

Cualquier chica de pueblo sabe que no se puede provocar. Nos educan para eso. Nos maquillamos a escondidas después de cruzar la puerta -para evitar ese sonrojante "si te caes, te desconchas"- y en más de una ocasión nos hemos tenido que dar la vuelta porque el escote era demasiado grande, el vestido temerariamente estrecho y, con la minifalda, era evidente que nos habíamos quedado sin tela.

Eso fue así en los 80, en los 90… Herencia directa del ultracatolicismo nacional. Luego llegaría el destape, el de verdad, y la paulatina caída de las fronteras físicas y virtuales harían el resto en no más de dos generaciones. Casi anteayer.

¿De verdad nos sorprendemos de que unos jueces, justamente de Navarra, cuestionen que una chica siga viviendo después de ser violada? En muchas casas, y no sólo de pueblo, todavía se evita poner la tele o la radio cuando fallece un familiar. Por respeto. Porque así es y así tiene que parecer.

Criminalizamos las redes sociales pero, en el polémico caso de La Manada, y con independencia de que se admitan como prueba, son las vergonzosas conversaciones en WhatsApp y los vídeos que los jóvenes de Sevilla grabaron para enaltecer su hazaña en los Sanfermines lo que permite evitar que el juicio transcurra en un peligroso cruce de declaraciones. Sexo consentido o violación.

El dilema es el mismo que cuando hace 30 años se dictó la sentencia de la minifalda. La Audiencia de Lérida determinó que una joven de 17 años "pudo provocar, si acaso inocentemente, por su vestimenta". El Supremo la ratificó dos años más tarde: el empresario fue absuelto de violación ("porque opuso resistencia verbal pero no física") y fue condenado a una multa de 40.000 pesetas por un delito de abusos deshonestos. Jaime Fontanet le tocó el culo y las tetas porque lo provocó con su jersey ajustado y su minifalda. Uno de los magistrados reconocería tiempo después que ni leyó el fallo: "Firmé la sentencia, como solemos hacer todos, sin leerla, porque es normal que nos fiemos del magistrado que la redacta". Se refería, en todo caso, a los términos "anticuados" con los que se había expresado. El fondo lo compartía.

Las estadísticas oficiales hablan de mil mujeres violadas al año y el dato sólo tiene en cuenta los casos que se denuncian, no todos los que se callan por vergüenza. Por miedo a no ser creídas. Nos podemos indignar, pero no sorprender. No si tenemos en cuenta de dónde venimos y lo que ocurre en nuestro entorno. Las polémicas del eurodiputado polaco Korwin-Mikke no son una excepción; son un síntoma: antes del verano ya proclamó en su hemiciclo que las mujeres deberíamos ganar menos dinero que los hombres porque "somos más débiles y menos inteligentes". No lo piensa sólo él; en el campo andaluz todavía no hemos conseguido erradicar la discriminación salarial en la campaña de la aceituna. Es que no es lo mismo coger del suelo que varear; efectivamente, es más duro y por eso nos toca a nosotras… El diputado defiende ahora la sorprendente campaña de su país para fomentar la natalidad advirtiendo que el problema de la caída demográfica en toda Europa tiene una causa evidente: que las mujeres trabajamos y no nos quedamos en casa para procrear. El spot del Ministerio de Sannidad polaco ha costado casi 700.000 euros y va de conejos. Hacer ejercicio, reducir el estrés, no beber alcohol… y replicar el ejemplo. "Sé de lo que hablo", dice un conejo en pantalla, "¡mi papá ha tenido 63 hijos!".

El vídeo podría continuar con la plaga que ha invadido medio campo de golf en Otura y la que ha puesto en jaque las obras del AVE... Lo llamamos "plaga" en lugar de "manada" pero el sentido es el mismo. El de nosotras, pasivas y cosificadas, y de ellos activos y cargados de razón. La conejera del machismo.

En el Festival de Venecia, el mexicano Amat Escalanta ganó el premio como Mejor Director por una perturbadora historia que entrelaza violaciones, homofobia y machismo. La región salvaje -ya está en cine y tv- arranca cuando una mujer desnuda se saca el tentáculo de un alienígena que la acababa de penetrar. Una imagen provocadora; el principio de unas regiones salvajes que ni son pasado ni son ciencia ficción.

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