Perdiendo el norte

Estado de confusión

Hay quienes hacen creer que quien siembra el odio es el que no hace lo que tú quieres que haga

Que ya no entiendo nada, es algo obvio para usted, que incluso es capaz de leerme alguna vez en este 'roalillo'. Lamento constatar que los comportamientos son cada vez más viscerales; que cada vez hay más odio en nuestras reacciones, en nuestras redes, en nuestras relaciones sociales; que ya no opinamos, atacamos; que usamos cualquier pretexto para atacar cogiendo el rábano por las hojas…

Las reacciones ante la huelga de transportistas es la última muestra. Quienes piden una rebaja de carburantes y electricidad, tienen razón; como quienes exigen condiciones dignas para ganarse el pan; y como quienes exigen una respuesta urgente de quien puede darla. Pero, ¿qué tiene que ver eso para vomitar contra quien no piensa como tú? Cada uno tiene sus ideas: puede y debe exponerlas. Pero considero inasumible aprovechar cualquier eventualidad, por dura que sea, para escupir argumentos, insultos…

Hay un paso de gigante entre opinar, exigir, reclamar, protestar y el desestabilizar y generar odio. Los que quieren aplicar a pies juntillas el refrán de 'a río revuelto…' lo están consiguiendo haciendo creer que quien siembra el odio es el que no hace lo que tú quieres que haga. Si lo que quieren es dividir para imponer sus postulados basados en soluciones aparentemente sencillas, enhorabuena: lo están consiguiendo.

La clase trabajadora, harta de pagar siempre el pato, está reclamando soluciones rápidas. Pero lo pide con soluciones básicas y sencillas sin ni siquiera pararse a ver -quizás porque el pan de sus hijos está juego- que todo es complejo, incluso las soluciones.

Curiosamente los que más vomitan en redes contra el otro, piden menos intervención estatal en todo (para que los de siempre manden desde donde siempre pisando a los de siempre, pero que son los que le hacen el juego desde abajo); pero a la vez estos días sí exigen esa intervención, incluso en ámbitos donde quienes deben tomar decisiones tienen las manos atadas, en mayor o menor medida. Y con esto, desde luego, no disculpo a quienes tienen que tomarlas: están ahí para eso.

La pasada semana me preguntaba por las contradicciones que siempre terminan inclinando la balanza a favor de los mismos. Curiosamente, en esto, en el ámbito de cómo encarar la política económica, veo las mismas. Y quienes dan alas a los que propugnan soluciones simplistas y difíciles de aplicar, son los mismos que, después, sufrirán esas soluciones. Porque, no nos engañemos: a los salvapatrias no les importa la patria. A la hora de la verdad, solo les importa su culo.

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