El coronavirus y las mujeres

Es un fenómeno mundial y, a pesar de los peligros que implica, podría ser una oportunidad para las mujeres

Desde hace unos meses, y de forma cada vez más insistente, todos los informativos, todos los titulares, casi todas las conversaciones giran en torno a un único y apocalíptico tema: el coronavirus. Es cierto que, tras esta avalancha informativa, hay mucho de miedo(¿planificado? ¿contagiado? ¿fundamentado?), pero no es menos cierto que, de forma global, el mundo se enfrenta a un fenómeno hasta ahora desconocido.

Sin entrar en cuestiones médicas ni epidemiológicas, me parece oportuno centrar la mirada en un aspecto que está situación ha puesto en evidencia y, considero yo, habría pasado desapercibida sin la mirada del feminismo. Me refiero, como las personas con las gafas violeta habrán ya deducido, al tema de los cuidados.

Los cuidados, ese trabajo no remunerado que supone un 55% del PIB (en palabras de la socióloga María Ángeles Durán) y que produce más bienestar, salva más vidas que el que se produce fuera de casa y se convierte en dinero, ese trabajo que solo ha empezado a evidenciarse desde 1995.

Ahora, con el cierre de centros educativos, este problema, el de la invisibilidad de quienes cuidan, ha salido de forma brusca a la luz. Si los colegios están cerrados y las personas adultas en su trabajo ¿quién se queda con los niños, con las niñas? Es verdad que ésta es una situación excepcional y de emergencia. Pero no es menos verdad que ha puesto el foco en uno de los déficits de la sociedad occidental. Y ello a pesar del empuje del feminismo, que ha conseguido cambiar muchas cosas, empezando por la existencia de escuelas 0-3 años y el debate sobre su gratuidad, pasando por las ludotecas (por cierto: siguen cerradas las de Granada), continuando por los servicios que completan la jornada escolar para facilitar la conciliación como el Aula matinal o el comedor.

Todo ello son avances para descargar a las familias, es decir, a las mujeres, de su doble jornada. Pero seguimos sin tomar las decisiones radicales que la situación merece: no cuestionamos los horarios laborales, que son incompatibles con la crianza; hemos perdido demasiadas oportunidades de crear redes de ayuda a través de iniciativas como los bancos de tiempo; continuamos justificando la baja implicación de los hombres en las tareas domésticas…

El coronavirus es un fenómeno mundial y, a pesar de los peligros que implica, podría ser una oportunidad para las mujeres, esas que, en palabras otra vez de M. A. Durán, "nacemos con una hipoteca sobre nuestro tiempo. Estructuralmente se expropia en beneficio de la comunidad".

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