La esquina

La corrupción que huye del banquillo

VA a necesitar toneladas de temple, sabiduría y paciencia el presidente del tribunal que juzga el caso Malaya para que el proceso termine bien, entendiendo por terminar bien lo que la ciudadanía espera de esta expresión: que se haga justicia, que los culpables sean condenados y los inocentes exculpados.

Los primeros obstáculos que ha de sortear en la Audiencia de Málaga José Godino ya están planteados. Uno procede de la condición telebasuril de algunos de los que se sientan en el banquillo o de sus consortes y familiares (Cachuli, Pantoja, la ex de Cachuli, Marisol Yagüe, La Rubia...), que ha multiplicado exponencialmente la expectación mediática en torno al juicio. Existe el peligro real de que la pringue rosácea y morbosa que destilan termine por contaminar las sesiones y haga perder de vista la sustancia de lo juzgado: la mayor trama de corrupción urbanística descubierta en España.

El otro ya enseñó ayer mismo sus banderas: el intento de los abogados defensores de impedir o retrasar la vista demandando la nulidad de la instrucción. Unos han aludido a la vulneración de derechos constitucionales porque las escuchas telefónicas habrían sido indiscriminadas y sin supervisión judicial, otros alegaron violación del secreto profesional porque se registraron despachos profesionales ("estamos ante un despacho de abogados, donde hay documentación de clientes, no una casa particular", ha dicho el prestigioso Horacio Oliva, el letrado que defendió al PSOE en el caso Filesa), los de más allá esgrimieron que de la declaración del funcionario que destapó la olla podrida del Ayuntamiento de Marbella sólo se deducían indicios de dos delitos por parte del cerebro Roca, no de cinco o seis como se le acusa, y los de más acá acusaron al juez instructor de inquisidor y parcial, como se suele hacer cuando se quiere desviar la atención sobre el meollo del asunto.

Esperemos que la calma de Godino sea suficiente, ley en mano, para desmontar las triquiñuelas y los subterfugios que las defensas están utilizando, legítimamente, para que el juicio naufrague antes de enfilar su rumbo. Marbella fue durante los años del gilismo y el posgilismo el paradigma de la trama organizada de saqueo de los bienes públicos con todos sus avíos: empresarios que sobornan, alcaldes y concejales que se dejan sobornar, venta de suelos municipales y recalificaciones urbanísticas que vinculan a unos y otros, funcionarios que facilitan las operaciones, despachos jurídicos que los blanquean con una legalidad alquilada y, en la cima, un cerebro que organiza, gestiona y reparte... llevándose la mejor parte). Hace falta que el caso Malaya concluya como paradigma, también, de una Justicia eficaz y estricta.

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