El patio político

Guillermo Ortega

Las cosas que cambian y las que permanecen

DE aquí a poco se cumplirán cuatro años desde que vivo y trabajo aquí y es un periodo suficiente como para repasar qué cosas han cambiado y cuáles permanecen como estaban.

La variación más radical, probablemente, es futbolística. Por entonces el Granada 74 acababa de comprar una plaza en Segunda A y el Granada Club de Fútbol estaba más muerto que vivo (económicamente hablando) y en el pozo de la Segunda B. En un mes se codeará con los grandes de verdad en Primera y con las arcas un poco menos vacías, mientras que el 74, tras dos descensos consecutivos, es poco más que un recuerdo.

Acababan de celebrarse las municipales y el PSOE había revalidado su triunfo, logrando más de cien alcaldías. Gracias a un pacto con IU, también gobernaba en la Diputación. Ahora los socialistas sólo pueden hablar de victorias pírricas porque, aunque es cierto que mandan en más municipios, se trata de pueblos pequeños. Atendiendo al volumen de población, está claro que el PP gobierna a muchos más granadinos. Lo hará asimismo, esta misma semana, en la institución provincial. Y sin pactar con nadie.

Pero otras cosas siguen igual en política: la certeza de que estamos en una continua precampaña, la demostración diaria de que esto es la bronca por la bronca, la búsqueda constante del descrédito del rival con el argumento que sea, el recurso fácil de acudir a los juzgados, que deben estar hasta las narices de iniciar diligencias sabiendo de antemano que muy probablemente el caso, tal como se abre, se cerrará.

Si acaso la sensación es, cuatro años después, aún peor. Flota en el aire un cierto afán de revanchismo (esas insinuaciones, algunas más claras y otras más veladas, de que cuando llegue el PP a la Junta cambiarán muchas cosas) y es claramente perceptible que algunos de los que han tenido que dejar la poltrona (y ahora me refiero a los socialistas) no lo han asimilado nada bien. En mi ignorancia, imaginaba que si en el fútbol, y en el deporte en general, es tan importante saber ganar como perder, en la política debería serlo aún más. Pero claro, estaba equivocado.

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