Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Los crímenes de Putin

Es repugnante que relacionen el universal 'No a la guerra' con apoyos al dictador ruso

La tragedia que están sufriendo los ucranianos tras la invasión rusa, llega a todos los rincones, gracias a la cotidianeidad de las imágenes ofrecidas por las televisiones y las informaciones que hacen copartícipes a los ciudadanos, en especial en la Europa donde se sufrió estos horrores que ahora intenta repetir Vladimir Putin, para pasar tristemente a la historia como otro Hitler del siglo XXI. Los crímenes que está perpetrando en Ucrania no sale sólo de su cabeza, sino del grupo que, hoy, manda en el Kremlin y, lo que es peor, apoyado por parte del pueblo ruso que ha hecho de la 'Z', pintada en los carros de combate, en camisetas y hasta en insignias lucidas en vestimentas de deportistas, cantantes, en manifestaciones pro-Putin -las únicas admitidas en un régimen totalitario, que elimina físicamente o encarcela a sus adversarios- un signo de victoria de una hipotética 'Gran Rusia'. También a Hitler lo aclamaban multitudes y hasta Franco llenaba la Plaza de Oriente para sus peroratas. Los dictadores saben manejar a las masas envenenadas o desinformadas y silenciar a las disidentes, aunque sólo lleven un cartel de 'No a la guerra'.

Probablemente a los rusos no les llegan las imágenes de las ciudades devastadas por los bombardeos -incluidos edificios civiles, hospitales, incluso materno infantiles, colegios-, la atroz estampa de una madre, con sus dos hijos, abatida cuando intentaba huir, donde sólo quedó en pié la pequeña maleta con ruedas, lo único que pueden salvar los más de dos millones de ucranianos que huyen de los crímenes de Putin para salva a sus hijos: mujeres, infinidad de niños, abrazados a sus muñecos de peluche, después de despedirse de sus padres que ignoran si volverán a verlos, ancianos, seres humanos conscientes del dolor de la separación de los seres queridos, de los amigos, de sus hogares, en el mayor éxodo desde la segunda Guerra Mundial.

Sí, la crisis humanitaria que provoca cualquier guerra -el comentarista ya escribió de las de Vietnam, los Balcanes, Siria y la oleada de refugiados, donde los niños, como siempre, son tristes protagonistas, o la absurda invasión norteamericana a Irak, con el vergonzoso apoyo de Aznar a Bush- y la necesidad de proclamar en todos esos momentos, un 'No a la guerra', por lo que, hoy, es repugnante que algunos consideren ese pacifismo humanista un apoyo al sanguinario Putin, cuando es todo lo contrario.

Ya veremos hasta dónde llega esta tragedia humanitaria ante el fracaso diplomático. Aunque no pagaremos el precio de los ucranianos, los europeos y los españoles sufriremos en nuestro modo de vida los efectos colaterales de una guerra que si no se convierte en la III Guerra Mundial es por el miedo a la destrucción nuclear colectiva.

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