por montera

Mariló Montero

La crisis de los Premios Nobel

ESTA semana 22 hombres laureados en su día con el Premio Nobel se han reunido en Valencia para deliberar a quién otorgarle otro premio: el Jaime I de 2012. Esta última decisión del jurado mencionado ha quedado eclipsada por la formidable impresión fotográfica de dicha cita conformada por 22 cabezas pensantes y estudiosas que fueron condecoradas años atrás por su contribución a la sociedad. El Nobel puede ser un hombre o mujer que por estudioso de la economía, la física, química, biología, medicina, literatura e incluso por la paz, se convierte en un semidiós a pesar de que haya algunos galardonados que hacen dudar del divismo del premio.

Así pues, cuando puedes ver tan inusual unión anunciada a bombo y platillo al menos tienes la confianza de que tras esa congregación han de salir las soluciones del mundo, sin exagerar. Sobre todo en una época en la que la credibilidad de los políticos está a la baja ya que muchos carecen de estudios universitarios, otros de suficiente preparación para ocupar su cargo, la mayoría necesitan intérpretes para comunicarse y se nos está vendiendo a los tecnócratas como los únicos capaces de saber qué hay que hacer para salvar a España de la crisis. Los políticos podrían asumir la definición que se nos concede a los periodistas: "tienen un océano de conocimiento con un centímetro de profundidad". La diferencia está en la trascendencia de las decisiones.

Por ello, cuando pude ver a los 22, tuve la esperanza de que alguno hubiera dado con la solución a nuestro problema. Cuál fue mi decepción cuando al leer sus opiniones publicadas no había coincidencia entre ellos. ¿La solución para la crisis es una suerte? Mientras Santiago Grisolía protestaba por los recortes en educación y sanidad y clamaba por más inversión en I+D+I, criticaba la falta de controles sobre la banca y en especial sobre los abusos de los directivos de Bankia a quienes acusaba por sus grandes sueldos y reprochaba una mayor vagancia. Grisolía fue tajante al preferir que desaparecieran los bancos. Pero otro colega, el Nobel de economía Cristhopher Pissarides, aseveraba que no se podía dejar caer a los bancos porque agravaría la crisis. Es inevitable que me sobrevenga la duda. Si los Nobel no coinciden ¿quién sabe lo que debemos hacer? Entonces ¿en quién debemos creer? Los Nobel discrepan, los políticos también, los tecnócratas aplican terapias dispares que ahogan a los países donde trabajan. ¿Es cuestión de Fe? Utilizando un símil recurrente, llevado el caso a la mesa de un quirófano, es como ver a un enfermo de hígado y que todos los médicos de alrededor no sepan cómo curarlo. Entonces, ¿un Nobel no es un superhombre? ¿O es que el talento de los Nobel también está en crisis? ¿Habrá que intervenir los premios?

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