Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Los cuerpos no son para la guerra

¿Por qué un hombre mata a una niña de 14 años? ¿Por qué alguien provoca una guerra que causará miles de muertos?

Fernando Fernán Gómez, en la película Belle Époque, le recita a Jorge Sanz, al tiempo que arrea a Lucero el caballo que tira de su tartana, nada más y nada menos que un fragmento conmovedor de La montaña mágica de Thomas Mann. Seducido, el protagonista de la novela parece que ha dedicado tiempo a 'leer' o a 'pensar', como se dice ahora, el cuerpo de su amada. Aunque su lectura del cuerpo de madame Chauchat no es ni antropológica ni sociológica ni clínica; es mucho más que eso, se trata de una 'lectura' enamorada. Poetas, teóricos de género, responsables de másters dirán que nuestro cuerpo es esa nave que nos lleva, y de la de la que somos remeros, vigías, timoneles, enfermeros, higienistas, esteticistas y más cosas. Esta nave que, contra todo pronóstico, va, aunque sea de arrecife en arrecife hasta el cataclismo final. Pero en ese periplo, se da el milagro de la epifanía de un cuerpo y Mann lo desvela: "¡Mira la simetría maravillosa del edificio humano, los hombros y las caderas y los senos floridos a ambos lados del pecho, y las costillas alineadas por parejas y el ombligo en el centro, en la blandura del vientre, y el sexo oscuro entre los muslos! Mira la columna vertebral que desciende hacia la doble lujuria fresca de las nalgas! Déjame sentir la exhalación de tus poros y palpar tu vello, imagen humana de agua y de albúmina y déjame morir con mis labios pegados a los tuyos! ". El torneo de tenis de Miami me ha permitido 'leer' el cuerpo de Carlos Alcaraz. Y si me olvido de las bocas volcánicas de acné en su cara, me sobrecojo anta la perfección, la elasticidad y la súbita inmortalidad que convierten el cuerpo de este adolescente en domador de la geometría, de la gravedad y de la balística con sus dejadas imposibles. Y me pregunto cómo se puede destruir algo tan laborioso, detrás de lo que hay millones de años de evolución o un soplo divino inaugural que, en un instante, burlando a Darwin, se saca de la manga de la nada un muñequito tan precioso. Qué proceso mental es el que lleva a seres humanos, con nuestro mismo genoma, a iniciar una guerra, un exterminio masivo de algo tan delicado, tan poderoso, tan raro, tan numinoso, como es el cuerpo de un niño, de una mujer, de un hombre o de un viejo. A tirar a la basura semejante, e irrepetible, maravilla. ¿Demonios o semejantes?

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