La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

La culpa

Mientras que las derechas esconden la culpa, las izquierdas la reparten entre sus oponentes

Tras sus derrotas electorales es difícil hallar la culpa en el protocolo de reacción de las izquierdas. Sólo aparece con lustre y sin gabán si la invita a pasear algún Errejón al acecho. Mientras que las derechas la esconden, las izquierdas reparten la culpa entre los rivales. Es su costumbre endilgarla proporcionalmente: cuanto más derechista se declara el oponente más culpa se le endosa.

La noche electoral es una pasarela de excusas con las que liberar responsabilidades propias en espaldas ajenas. Con las comparecencias tras el recuento oficial los líderes políticos nos enseñan a sumar y nos regañan si restamos. Pablo Iglesias rompió el molde la noche del 2-D, al promover una kale borroka inédita en nuestra democracia con la que reprochar a los electores lo libremente votado. Clamó para ocupar las calles antes de que se ocupara de él su propio fracaso.

De las habilidades de la izquierda política para definir su estrategia, destaca su reiterada soberbia exculpatoria. Es poco habitual verlos culparse por sus errores. Sus derrotas siempre son culpa del vértigo de quien vota, un inexplicable rechazo del elector a su moral superior o por confluencias neoliberales de convolutos indecentes vía Ibex 35.

Irse de putiferios con la tarjeta de crédito público; tuitear contra los desahucios y el frío de la gente desde un casoplón de millón de euros; ministras y ministros de izquierdas que crean sociedades instrumentales para instrumentarse un ahorro fiscal indecoroso; progresistas que con el dinero de los parados financiaron su progreso a militantes amigos y sus vicios desconocidos; quejarse de que el paro es una lacra y tal, pero no acabar con su lastre jamás; robar con impuestos la herencia de la gente; hacerle a España daño apoyados en el escaño de quien la quiere doblegada; el Falcon, la Bego y otras cosas del rockero; traernos un Talgo y celebrarlo como si fuera el tren bala; gastar 200 millones en indemnizar al empresario del Nevada porque Susana no estuvo atenta a la jugada; acribillar con impuestos y burocracia variada, mientras nos atascan las circunvalaciones nuestras tardes y mañanas; tener que ir con carné socialista para hallar fácil acomodo laboral…

En ese menú de excesos hay suficientes motivos para entender la derrota electoral. En 36 años de gobierno hegemónico hay errores de soberbia suficientes como para explicar el porqué; muchos más que en esa simpleza analítica que culpa a la derecha por los defectos y excesos de la izquierda.

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