DEFINITIVAMENTE se ha convertido en parte esencial del pensamiento único en Andalucía la cuota política. A la vista de lo que estamos oyendo y leyendo en las dos últimas semanas no existe mejor razón para elegir a los miembros de nuestros gobiernos que la fórmula compuesta por capacidad y cuota. Todo el que, siendo razonablemente capaz, pertenezca a una de las cuotas elegidas será ungido. Para un espíritu cartesiano el resultado de esta alquimia resultará, cuanto menos, de difícil digestión. No cabe mezclar capacidad y cuota sin correr el riesgo de que, en ocasiones, algunos capaces se pierdan en el océano de los excluidos de la cuota. Pero, ¡que no cunda el pánico! Afortunadamente no se ha dado el caso de que los cartesianos sean necesarios en la política y menos que ganen elecciones.

Es posible que estés pensado tras estas pocas líneas que cuando hablo de cuotas me refiero exclusivamente a las de género. Nada más lejos de mi intención, ese es tema sólo para los opinólogos muy amortizados. Lo de las cuotas está tan enraizado en el comportamiento político actual que tiene carácter multidimensional y no es patrimonio de ningún grupo político, sino de todos. Hace pocos días le preguntaba en la corte a alguien que tengo por versado en política nacional sobre las posibilidades de acceder a un puesto ministerial de un conocido común. Su respuesta inmediata fue en clave de cuota: "no lo tiene fácil, no es ni homosexual, ni mujer, ni catalán, ni andaluz". Aunque no es trivial la selección de los grupos en sí, lo que más llamó mi atención es constatar hasta qué punto forma ya parte del acervo intelectual común la necesidad de que el responsable político debe integrar una cuota vigente si quiere existir como tal.

Y aunque yo no seré aquí como algunos plumíferos de la derecha que cierran el silogismo diciendo: "si integra una cuota, entonces es incapaz", sí que creo que quien elige piensa en ocasiones que si al elegido le falta competencia política, no importa, esa ya la tiene él.

En todo caso, entre las necesarias provincializaciones en las Comunidades Autónomas o regionalizaciones en el Estado, los repartos por familias políticas, el género y las eventuales alianzas con otros partidos y/o sindicatos, puede no quedar finalmente mucho espacio para la experiencia específica en cada área de gobierno. Dicho esto, lo que identifico como una desmesura rayana en la chabacanería son todas esas referencias que leo y oigo estos días respecto a "Carmen la del bombo", "el batallón de modistillas de ZP", "la ganadora de un torneo de peteneras", "para abastecer su gabinete de tías, Zapatero ha buscado debajo de las piedras", "Maleni, la del récord de socavones", etcétera.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios