La columna

Juan Cañavate

jncvt2008@gmail.com

Y dale

Me pregunto si seguir inyectando dinero público en un negocio que camina hacia el desastre no es una estulticia inaceptable

Hace apenas unos días el Observatorio Económico de Andalucía anunciaba el inicio de un nuevo ciclo económico en la Comunidad caracterizado por la reducción del incremento del PIB en relación con años anteriores; no hemos entrado en recesión, pero el crecimiento se ha ralentizado de manera preocupante.

El Observatorio hacía responsable de esta evolución negativa, sobre todo, a una crisis del sector turístico generada por un exceso de oferta y un descenso claro de la demanda debido a varias razones; exógenas algunas, como el Brexit o la competencia de otros países del Mediterráneo y endógenas otras, que resumía de forma gráfica el director del Parador de San Francisco de la Alhambra en una reciente entrevista: dormir en un hotel de cinco estrellas por 60 o 70 euros era un signo evidente de exceso de oferta. Lógicamente la rebaja en los precios se traslada de forma inmediata a la masa salarial de los trabajadores del sector, con lo que la debilitada capacidad de gasto de esa gran cantidad de consumidores repercute negativamente en un comercio también en crisis. Es, en fin, un ciclo de pobreza.

Coincidía el informe del Observatorio con otra noticia igualmente preocupante; la vuelta de Andalucía al grupo de "regiones menos desarrolladas" de Europa, al descender su PIB por debajo del 75% de la media europea.

Y coincidían igualmente estas noticias con el anuncio del alcalde de la inversión en cuatro años de diez millones de euros, con la Junta de Andalucía, en un plan turístico pretendidamente sostenible.

Sea mi primera consideración, una vez agitados los diferentes ingredientes, la de recordar con cariño a Umberto Eco cuando hablaba de los famosos tratados imposibles de hípica azteca o urbanismo gitano. El turismo sostenible es tan antinatural y contradictorio como un tratado de sexualidad vaticana. Pero al margen de ese detalle no deja de ser sorprendente seguir insistiendo en una actividad económica que demuestra una y otra vez que no sólo no es el instrumento adecuado para desarrollar nuestra ciudad, sino que además la empobrece.

El modelo económico basado en la industria turística, que no es resultado desde luego de una adecuada planificación estratégica, sino de un laissez faire irresponsable, se ha establecido en una profunda crisis que se viene gestando desde hace ya tiempo. Me pregunto si seguir inyectando dinero público en un negocio que camina hacia el desastre no es una estulticia inaceptable que esta tierra no se puede permitir.

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