Crónica personal

Pilar / cernuda /

Un debate disparatado

UN disparate. El debate parlamentario sobre la abdicación del Rey Juan Carlos ha sido un auténtico disparate que podría calificarse incluso como una falta de respeto a la inteligencia de los españoles, con la mitad de portavoces aprovechando la ocasión para ver quién alardeaba más de republicanismo cuestionando el nivel de democracia de una monarquía. Que no era lo que se debatía, como bien recordaron los que tienen la cabeza en su sitio. Todos ellos explicaron lo mismo: votar en contra suponía rechazar la propuesta de don Juan Carlos de abdicar en la persona de su hijo Felipe.

Ya llegará el momento de plantear la cuestión sobre el futuro de monarquía, pero hoy por hoy España es una monarquía, como recoge la Constitución. Y los que han sido elegidos por los ciudadanos para representarlos en el Parlamento lo menos que podían hacer es atenerse no ya a lo que marcan las leyes y la Constitución, bajo las que se convocan las elecciones que les dan representatividad, sino que además tienen la obligación de no entrar en el engaño de hacer creer que las Cortes debaten lo que en ningún caso está en el orden del día.

El espectáculo, porque ha sido espectáculo en el que no han faltado salidas de tono y abandonos del hemiciclo, escarapelas, banderitas, resentimientos por supuesta exclusión de negociaciones como fue el caso de Duran Lleida, añadidos verbales al voto, y gestos propios de profesionales de la algarada y la eterna contestación, provoca bochorno. ¿Son estos los padres de la patria? ¿Merecemos los españoles estar representados por quienes además de no respetar las leyes engañan sobre el sentido de un debate de primera magnitud?

No nos cansaremos de repetirlo: el desprestigio de la clase política no sólo se debe a los excesivos y vergonzosos casos de corrupción, que también, ni al poco entusiasmo de algunos para asumir las tareas que tiene encomendadas, o para tratar de alcanzar el obligado nivel de formación, sino que ese desprestigio tiene que ver también con el sectarismo, el comportamiento poco apropiado, la falta de respeto institucional y, por supuesto, la falsedad.

En el debate se han visto comportamientos ejemplares por el rigor de los intervinientes al defender sus posiciones, pero también actitudes bochornosas que dejan el gusto amargo de comprobar la falta de sentido de Estado de algunos diputados. Sentido que no tiene nada que ver con el hecho de que se sientan republicanos o monárquicos.

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