Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

El declive

UNA de las más genuinas tradiciones de Granada, la polémica sobre la forma de celebrar la Toma de la ciudad por los Reyes Católicos, que ha ocupado durante décadas a tirios y troyanos, apenas ha tenido alguna relevancia este año. Es un hecho muy preocupante. Los folcloristas y cuidadores de las tradiciones locales deberían analizar con esmero lo ocurrido y extraer las consecuencias subsiguientes por dolorosas que sean. ¿Qué ha pasado? ¿Granada, qué? ¿Dónde han ido a parar este año los grandes titulares de los periódicos, los dramáticos arranques de los informativos radiados con las imprecaciones cruzadas entre los seguidores y los detractores del pendón? ¿Qué ha ocurrido para que hayamos llegado al Dos de Enero sin el característico ambiente cargado de electricidad?

Que yo recuerde, salvo una declaración de Izquierda Unida pidiendo el cambio de denominación de la Festividad de la Toma de la Ciudad de Granada por los Reyes Católicos por la más conveniente de Conmemoración del Dos de Enero, la Granada de las Culturas; la presentación del consabido manifiesto a favor de la tolerancia y las dos o tres cartas que escriben al periódico los ultraderechistas de plantilla, en nuestra ciudad no ha habido ninguna circunstancia novedosa que atrajera el interés del público.

Y lo más preocupante: esas escasas y previsibles manifestaciones apenas han tenido eco en los medios informativos locales. Apenas un par de columnas en página par y por abajo. Nada extraordinario. Y no vale culpar de esta circunstancia a los medios, que somos, al fin y al cabo, termómetros de la sensibilidad social. No le hemos concedido más importancia porque no la merecían. Los litigantes de la Toma han estado este año aburridos, faltos de convicción, poco imaginativos y como con horchata en vez de sangre girando por el aparato circulatorio de su facundia.

¿Estamos en el tramo final de uno de los hábitos que más páginas , saliva, sudor y lágrimas han levantado en los años de democracia en Granada? La indiferencia ciudadana y periodística hacia la polémica de la Toma es un indicio claro de su decadencia. Es verdad, nos quedará la Toma, el "Granada... qué", el mareo del soldado que hace guardia junto a la enseña, etcétera, pero ya no será lo mismo. Una Toma sin polémica previa es como una hamburguesa del MacDonald sin mostaza, ketchup ni regalito para el niño: puro cartón piedra.

Urge que los polemistas se reúnan en un congreso, replanteen sus diferentes puntos de vista, renueven sus votos contrarios y traten de frenar un declive que puede convertir la Toma en lo que es: un acto tedioso, ingenuo, rancio y de un colorido más bien opaco, un espectáculo provinciano para pasmo de niños y turistas. Y eso no puede ser.

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