El dedo de la dicha: tú, tú, tú y tú

Creemos que el pasado es cosa de otros tiempos, pero el pasado es tan olvidadizo que a veces nos cuenta la misma historia

Pues creí, ingenuo de mí, que esa práctica había desaparecido. Me refiero a la situación de la posguerra en la que los trabajadores se agolpaban en la plaza en espera de que el cacique de turno llegara y señalara con el dedo a aquellos que quería contratar para que trabajaran en sus tierras: "tú, tú, tú y tú", decía señalando con el dedo a los agraciados. Digo agraciados porque eso significaba que aquel día los elegidos podían llevar comida a su casa. Por supuesto el cacique utilizaba más el criterio político que el puramente laboral: quedaban excluidos del 'casting' aquellos que habían sido rojos en la guerra o tenían familiares con esa ideología.

Del 'tú, tú y tu' tampoco me escapo yo. Fue en aquellos años de Universidad en los que estuve viviendo en Madrid. El sueldo de mi padre no daba para más miserias que las propias de una familia numerosa. Me las tuve que ingeniar para sobrevivir del naufragio económico en una ciudad en la que era difícil encontrar una tabla a la que agarrarse para no caer en la propia mendicidad. Así que de vez en cuando me iba temprano al mercado de Legazpi a descargar camiones, siempre que pasara la criba que imponía el encargado de elegir al personal para la citada tarea: tú, tú y tú, señalaba a los que esperábamos la decisión de ese dedo que nos permitiría tener veinte duros al terminar el trabajo. El índice del encargado era el dedo de la dicha. Me di cuenta de que descargando camiones sacaba mejores notas que en cualquier asignatura de la carrera de Periodismo.

Como digo, ya creí que esa práctica se había olvidado. Pero hace poco, durante la campaña de aceituna, vi en Alcalá la Real a un grupo numeroso de inmigrantes subsaharianos esperando en una plaza a que llegara el propietario de algún olivar que necesitaría mano de obra. Ya han empezado a llegar inmigrantes a Mecina Bombarón o a Bérchules a la recogida de la habicholilla y el tomate cherry. El método de elección en ambos casos es el de antaño, con el dedo índice extendido y diciendo: "tú, tú, tú y tú". La mayoría de las veces sin inspectores de trabajo ni contratos previos de por medio. Y todos mirando para otro lado. Creemos que el pasado es cosa de otros tiempos, pero el pasado es tan olvidadizo que a veces nos cuenta la misma historia. O como decía Faulkner, el pasado nunca muere, ni siquiera es pasado.

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