Apenas quedan bares de los de antes, de los que, nada más llegar por la puerta, el camarero ya sabía que ibas a tomar. Lo de siempre. Las calles del centro se han llenado de gastropub, sea lo quea eso, de restaurantes de comida fusión, de alta cocina,... en definitva, de bares, si es que se les puede llamar así, en los que la gente de barrio apenas pisan, no solo porque la nómina de un empleado difícilmente puede permitirse un plato de su carta, si no porque, alguien que ha vivido toda su vida en un barrio obrero, siento estos territorios como hostiles. Como el animal sacado de su fauna a la fuerza.

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