Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Nada que denunciar

En democracia, si la crítica surge sólo cuando conviene, deja de ser denuncia y se convierte en propaganda

Ningún artista está obligado a denunciar públicamente los problemas, injusticias o contradicciones de la sociedad en la que le ha tocado vivir. Ni, por supuesto, a convertirlos en leitmotiv de su obra. Ni siquiera a usarlos como reseña, referencia o escenario. Puede pasar de largo y hasta despreciarlos. Su libertad de creación se lo permite. Pero es difícil abstraerse de lo que nos rodea. Más, cuando toda la sociedad está marcada a fuego desde hace un año por la incertidumbre, la ansiedad, el miedo, la enfermedad, el dolor y las incontables vidas truncadas por la pandemia.

Por primera vez en muchos años, la Gala de los Goya -al fin, gracias a la dirección de Antonio Banderas, que tuvo un emocionado recuerdo para las víctimas de la Covid, sobria, elegante y comedida- nos sorprendió. Y en una cuestión muy concreta, no positivamente. Durante años, en la Gala-Mitin de los Goya se ha aireado el "No a la Guerra", se ha criticado la situación de la sanidad, el empleo o la vivienda, si el gobierno era del PP. O se ha exigido más dinero público para "nuestras películas" de "cine antifascista" como pidió Eduardo Casanova el pasado año. Supongo que emocionado porque ya gobernaban "los suyos". Sin embargo, la "gente de la cultura" -como a veces se intitulan a sí mismos- obvió este año cualquier, no ya crítica, sino referencia a los fallecidos, a la peor crisis económica en decenios o a los millones de parados provocados por la pandemia. No escuché ni una sola crítica al gobierno más allá del discurso sobre el derecho a la vivienda, que Alberto San Juan, conocido por su cercanía a Podemos, dirigió exclusivamente al PSOE, olvidando que nos gobierna una coalición.

El artista elige ser valiente o cobarde, comprometido o pancista, crítico o adulador. Está en su derecho. Un cineasta puede diseccionar un régimen político y criticarlo con gran dureza. Así lo hizo Luis García Berlanga de quien celebramos su centenario, con el franquismo. En su caso, utilizando con maestría el sarcasmo y el humor. Pero ni siquiera usando el escudo de la comedia, debió ser fácil rodar El verdugo, Plácido o Bienvenido Mr. Marshall en plena dictadura. Y también puede decidir ser como Saénz de Heredia y dirigir Raza y Franco, ese hombre. En democracia, si la crítica surge sólo cuando conviene y se dirige únicamente hacia un lado del tablero político, deja de ser denuncia y se convierte en propaganda.

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