pieza suelta

José Antonio / Pérez Tapias

Contra la desmemoria

NO hay vida humana sin memoria, por más que también sea necesaria alguna especie de nietzscheano olvido. De no ser por éste nos veríamos como Funes el memorioso, quien, como contaba Borges, podía conservar todos los detalles de lo vivido gracias a una memoria tan portentosa como "implacable", la cual, si por una parte le servía para soportar el insomnio, por otra sumía a quien ya era un tullido en una notable parálisis del pensamiento.

Hay otras parálisis del pensamiento inducidas por una memoria no ya exhaustiva en extremo, sino selectiva hasta el escándalo. A veces sus promotores, de conocida adscripción ideológica, abusando del peaje de continuidad pagado durante la transición por una sociedad que entró en democracia sin una más clara ruptura con el franquismo, ejercitan sin pudor esa memoria selectiva hasta la desmemoria. Así lo han hecho en el Diccionario Biográfico Español quienes, como el historiador Luis Suárez con su texto sobre el general Franco, falsean la historia edulcorando el perfil de sus biografiados -revisada imagen del dictador como gobernante meramente autoritario-. Querer salvar la manipulación de los hechos invocando la libertad de expresión es salida inútil por falaz. Ha sido intentada por el presidente de la Real Academia de la Historia cuando la indignación por páginas tan fraudulentas ha llegado hasta el Parlamento -la obra de marras cuenta con subvenciones públicas-, y obligado al gobierno a exigir la rectificación de unos textos donde rigor y verdad histórica brillan por su ausencia.

Como jugada del inexistente destino, las noticias sobre tal desafuero amnésico han compartido páginas con las de la muerte de Jorge Semprún, luchador antifranquista que pasó por la resistencia contra el nazismo para después dejarnos el testimonio de quien hizo de la memoria razón de ser de su literatura. No fue Semprún tras cualquier memoria, sino tras aquélla de lo que no debe olvidarse, la de los testigos de la barbarie. Se trata de "memoria carnal" volcada en palabras, como afirma en La escritura o la vida, tras vencer resistencias para rememorar ya los campos nazis de concentración y exterminio, ya las deportaciones y asesinatos del estalinismo. Quien habiendo roto con la impostura estalinista llegara a ser ministro de Cultura de España en un gobierno socialista, recordaba con Marx que el exilio es una "noche sin sueño" donde asoma la verdad de una historia tejida con múltiples cabos frente a la cual trabaja la memoria, no para sobrellevar el insomnio, sino para indagar en "un azar no desprovisto de sentido". Y ello con la consciencia que en Aquel domingo se expresaba reconociendo que, como ocurre con la escritura, "no existe ya memoria inocente". Por el legado de Semprún sabemos del imperativo de memoria aun en días aciagos de derrota.

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