Hoy algún despistado se duchará y bajará a la cafetería de debajo de su casa para tomarse su café con leche y media tostada de tomate con jamón. Pero no, se encontrará con una persiana bajada que simboliza el corazón encogido de muchos empresarios que ven el futuro cada vez más negro. Está claro que los ERTE son una medida que ha funcionado y ha salvado el empleo de muchos asalariados. El problema es que si no se cuida mínimamente a las personas que dan empleo ya no servirán para nada los expedientes de regulación temporal porque, sencillamente, no habrá empresas que contraten. Lo curioso es que cuando baja el paro, sale el ministro o el presidente de turno henchido de orgullo como si hubiese sido el que hubiese levantado una empresa de cero hipotecando su patrimonio y muchas veces el de sus seres más cercanos. Así, una vez que todo el mundo reconoce que la situación del coronavirus es insostenible y que hay que cerrar la hostelería -aunque se seguirán celebrando misas para pedir un milagro-, no estaría de más que las administraciones presentaran de una vez un plan de rescate del sector.

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