Las dos orillas

josé Joaquín / león

Un día triste para recordar

ES posible que el primer día de la crisis que aún padecemos fuera el 11 de marzo de 2004. No me refiero a la crisis económica (aunque puede que también), sino a la crisis de credibilidad, al final de la inocencia. Aquel día triste no sólo se cometieron unos atentados terroristas con 191 muertos, sino que se perdió la confianza en el poder, y nació el rechazo (o el nihilismo) como sistema. Aquel día, y los siguientes, se cayeron vendas de nuestros ojos, pero no se articuló ninguna esperanza. Las consecuencias sufridas después fueron devastadoras, y han llegado hasta hoy, por mucho que se haya untado el bálsamo del olvido.

Casi todo lo que ocurrió fue lamentable. La polémica sobre si era un atentado de ETA o de unos islamistas de Al Qaeda, porque según fuera obra de unos o de otros beneficiaría políticamente a éstos o aquéllos. La gestión errónea y letal para los suyos que hicieron Aznar y Acebes, cuyas consecuencias pagó el PP en las urnas y purgó durante ocho años. O el electoralismo burdo con el que lo aprovechó el PSOE, cuyas consecuencias fueron funestas (para todos, y a la larga incluso para ellos), pues dio lugar a ocho años de Zapatero, con la secuela grave de una ruina.

Se critica que los artistas españoles han pasado de puntillas por aquel 11-M. No hay una literatura, ni un cine del desastre, a diferencia del 11-S en EEUU, que dio lugar a películas y a novelas, incluso magistrales, como El hombre del salto, de Don DeLillo. Esto se debe a que nuestros artistas todavía no han superado el trauma de la Guerra Civil. Escriben del pasado histórico o del futuro ficticio, pero casi nada de su tiempo presente, y la mayoría todavía no ha entrado en el siglo XXI, siguen transitando por los tiempos revueltos de Franco, como si éstos no lo fueran también.

Y hoy, 10 años después, estamos peor que en 2004. Porque las desgracias no vienen solas y generan consecuencias, se intenten enmascarar o no. Aquel día, entre bombas y sangre, entre mentiras y oportunismo, entre la hipocresía y el menosprecio al verdadero dolor, nació la crisis que se ha arrastrado durante una década. A partir de aquel día, España dejó de ir bien. Pero no sabíamos hasta qué punto podía ir peor. Se descorrió un telón y empezó otro tiempo, en el que las miserias y las vergüenzas ni siquiera se disimulaban.

Pasados los años, es normal que se olviden aquellos errores. Pero queda el recuerdo inmarchitable de 191 muertos.

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