Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

La diáspora real

Una familia que lo tuvo todo se ha ido quedando desunida y muy mermada por méritos propios

Cristina en Suiza; papá Juancar en Arabia; y ahora la niña Leonor que se les va a Escocia. Felipe 'El solitario' tiene a la familia en pleno proceso de atomización internacional, mero reflejo geográfico de los marrones que la institución que regenta ha ido teniendo que sortear en un proceso tan asombroso como inexplicable para el plebeyo común que somos los demás.

Y no, semejante centrifugadora doméstica no ha sido producto de una revolución social en su contra; ni de una deriva del acoso y derribo desde las trincheras del siempre latente republicanismo español tan de izquierdas de suyo; tampoco es consecuencia de un golpe incruento con tanques en la calle y demás parafernalia de la soldadesca. Ojalá. No ha hecho falta. Ellos solitos han sido capaces de dinamitar décadas de esfuerzos por maquillar los defectos, vicios y pequeños escándalos de sucesivos gobiernos, de la prensa obediente, de los servicios de imagen del poder y hasta del más biempensante de sus súbditos.

Una familia que lo tuvo todo (el amor de su pueblo, el reconocimiento internacional, la popularidad por las nubes, el futuro asegurado con una descendencia sana y preparada) se ha ido quedando desunida, desprestigiada y muy mermada por méritos propios y sin que ningún enemigo tenga que mover un solo dedo. Cuesta creerlo pero es así. Te dan una pala para construirte tu casa y te cavas tu propia fosa.

Una institución cimentada en la ejemplaridad ha cometido errores nada ejemplares. Porque ser rey y tener a tu cuñado entre rejas y a tu padre en paradero casi desconocido es más que una anomalía, es una muestra de lo mal que se hicieron las cosas cuando lo más fácil era, por lo menos, no meter la pata.

La avaricia rompe el saco. Cobras por cuatro sitios, por puestos que ni siquiera ejerces, pero enseguida quieres más. Nunca hay un límite. Tienes una familia estupenda y hasta cierto punto normal, pero te tira una tal Corina y por ella y su tren de vida, impagable ni para un monarca eres capaz de aceptar regalos envenenados que luego te cuestan la familia y hasta el trono, o lo que es aún peor, te destrozan la imagen cincelada en el Parnaso de la historia.

Les costará remontar el desaguisado. Es la falta de costumbre de ser transparentes, de ser normales y de tener que dar cuenta para ganarse de nuevo el puesto, que nunca fue de regalo.

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