La digitalización no es para viejos

Uno de los deberes sagrados de científicos, humanistas, médicos y escritores es el de ser testigos atentos de su tiempo, y comunicar lo hermoso, lo bueno y lo que no lo es

Casi todo lo hacemos desde el teléfono móvil. El teléfono, de manera automática, es tan sabio que se convierte en el despertador de la mañana. Adiós relojes. Puedes escuchar, a través de él, las noticias. Adiós a radio de la mesita de noche. Sin salir de casa las aplicaciones que flotan en su pantalla te facilitan comprar en cualquier tienda online. En poco tiempo suena el timbre de tu casa y un mensajero te entrega la caja. Otra aplicación te facilita reservar un taxi al que pagarás sin tener que hacer nada en absoluto puesto que el pago se realiza de manera automática. Con el datáfono, pagas el restaurante. Y así. Estamos en la era de la digitalización motivada por intereses políticos, geopolíticos, empresariales y sociales. Por la modernización. Esta era, en la que nuestros hijos heredan las creaciones y direcciones empresariales, han diseñado un mundo digital pero, se han vuelto a olvidar de los mayores. No me gusta decir "viejos" porque eso son los objetos, no las personas. Miramos a los mayores como si así hubieran nacido. Culpa de una inconsciencia y falta de empatía que sigue sino resolverse en nuestro sistema educativo y familiar. Parece que los jóvenes se creen que ellos nunca lo serán. La digitalización no debe ser sinónimo de deshumanización. Uno de los detonantes lo marcó un señor de casi 80 años que escribió una carta al gobierno de España titulada " Soy viejo, pero no idiota". Esta misiva ha sido firmada por más de 600 mil personas quienes denuncian que las Administraciones Públicas y los bancos han cerrado sus puertas, les dan con ellas en las narices cada vez que quieren ir a sacar dinero o hacer cualquier gestión. Tras el portazo les derivan a una aplicación de su teléfono móvil que justo saben utilizar para, prioritario¡aumente, atender a sus hijos y nietos. Pasen los años que pasen y conforme se va modernizando la sociedad se sigue ignorando a las personas tras su jubilación. Ya no son utilices ni para Zuckerberg a quien solo le interesa la transferencia de datos de los usuarios para ganar en contratos publicitarios. Ya sabemos el control que, desde los dispositivos, ejercen sobre nosotros. Las personas mayores, que lo seremos todos, merecen que sea humanizada la gestión digital que irrita por la falta de tratamiento directo, paciente y empático. Es de justicia solventar esta exclusión digital. Es necesario reglar desde la irritante venta telefónica de empresas que llaman en horas intempestivas, así como, mantener lo que de la era analógica funcionó bien: tratar al cliente con corazón.

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