Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Los dioses, sanos, las religiones, no

Los dioses se encuentran, por ahora, bien, en su importante salud. Las religiones, sin reuniones presenciales, no tanto

Un diccionario teológico me informa de que la palabra religión deriva del verbo latino religare que significa el amarrase fuertemente a algo o a alguien, especialmente, a Dios. Hasta hace poco no peligraban en absoluto las religiones. Porque la religión ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Los romanos le robaron parte de su panteón a los griegos, los cristianos le robaron parte de su panteón a los romanos y convirtieron a Cupido en Jesusito de mi vida, los cofrades le han robado al arzobispo Martínez sus imágenes y sus locales. Y han democratizado profundamente al catolicismo, barriendo jerarquías y sacerdocios. Un hermano mayor de cualquier cofradía manda más que el párroco de la iglesia que alberga a un titular. Los sicólogos han sustituido, con ventaja, a los confesores. Si estos le hacían creer al fiel que cualquier barbaridad sería borrada de su currículo con una buena confesión general; los sicólogos han conseguido traspasar cualquier responsabilidad personal al entorno: los culpables de todos tus errores son tus padres, tus maestros, el internado, aquella chica que te dejó, el compañero que te llamaba cabezón, el encargado de personal que te despidió... Confesores y sicólogos te dejan limpio como una patena para que prosigas tu humilde carrera de delincuente. Hay muchas instituciones y corporaciones que también sirven para ligar fuertemente a los humanos entre sí. Sobre todo la familia, pero, también, la Peugeot, Zara y las empresas del Ibex 35. Todas ellas quieren hacerte creer, con su más o menos largo listado de inversores, trabajadores y afiliados, que no estás solo, que formas parte de una gran familia que disfruta del mismo coche tú, o que lo fabrica; que luce la misma camisa de flores de hibisco que tú, o que la confecciona y la vende, o que estás suscrito a una red de salvación eterna que permite disfrutar a sus abonados, libre y gratuitamente, de exclusivos dones celestiales. De ahí que estén en peligro todas las religiones. Porque ligarse, atarse presencialmente a los más próximos, va a resultar cada vez más difícil. Los niños sin escuela, los turistas sin destino, les estadios sin público, las discotecas sin danzantes, la iglesias sin comuniones… El vivir se está convirtiendo en un arisco andar solo entre gente distante (metro y medio), embozada, intocable.

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