Hay políticos que sólo se ven cuando se miran al espejo. Si consideraran otras perspectivas no se darían situaciones como la que actualmente se produce en el Parlamento andaluz con la composición de su Mesa de gobierno. Un órgano que en el inicio de la autonomía era de cinco miembros y ahora se amenaza con ampliarlo de siete a ocho plazas. Eso supondría un 60 por ciento de aumento en 35 años. Aplicando progresivamente la teoría de Lamarck, de que la función crea el órgano, en unas décadas los 109 diputados del Parlamento se sentarían en su Mesa. Y necesitarían para sus reuniones la Tabla Redonda de Camelot, en la que dice la leyenda que cabían ciento cincuenta caballeros.

Habría sitio incluso para el aumento del número de parlamentarios con el que Diego Valderas engolosinó a Pepe Griñán en vísperas de las elecciones de 2011. Hasta lanzaron un par de globos sonda en sendos debates plenarios: con la ratio de diputados por habitante de Madrid podrían ser 167, y con el crecimiento demográfico de Andalucía desde 1982, 142. Pero, más allá de la broma o la fantasía, ¿necesita un parlamento regional una Mesa del mismo tamaño que la del Congreso? En la Carrera de San Jerónimo nueve miembros administran una cámara con 350 diputados y en el Bundestag de Berlín son siete los representantes de los 630 parlamentarios alemanes.

Con el porcentaje español, la Mesa del Parlamento andaluz tendría tres miembros, y uno solo con la proporción alemana. El profesor Ruiz Robledo ya propuso algo sensato, que ahora ha repetido el portavoz de Ciudadanos: una Mesa de cinco miembros, uno por partido, con voto ponderado. En sus declaraciones públicas, Izquierda Unida considera su salida de la Mesa como un despropósito antidemocrático. (Se hace en virtud de una sentencia del Tribunal Constitucional en favor del PP). Pero no hay menoscabo democrático, porque IU está presente en la Junta de Portavoces. Y no hace falta tanto boato, ni pluses, ni despachos, ni coches oficiales, ni chóferes… para una verdadera representación democrática de los ciudadanos.

Este puntilloso pudor en defensa de los equilibrios lo podían haber ejercido IU, C's, Podemos y el PP, para acordar que el presidente de la Cámara fuese un miembro de la oposición. Pero, por ingenuidad o sectarismo, dejaron al PSOE poner a un consejero sin cartera de presidente. Ahora lo que toca al Parlamento es controlar la acción de gobierno de la Junta y hacer leyes razonables, que se apliquen con beneficios directos para la sociedad. O sea, por poner un ejemplo, no dedicarse a legislar sobre la obesidad en Andalucía, cuando es una enfermedad que en el mismo o mayor grado afecta a todas las regiones y países de Europa. No necesitamos un Parlamento regional más grande, con más Mesa, ni más costoso, sino más eficaz.

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