Sin discurso moral

Occidente ha perdido toda su propia estima por haber aceptado un precio a cambio de quedarse sin discurso moral

He de confesar que nunca he sido especialmente aficionado al mundo de los deportes, ni siquiera al tan popular del futbol, por el que en la primera juventud, a los compañeros de clase poco menos que les iba la existencia o el honor en su práctica frecuente. ¡Que digo frecuente!, diaria. No, no se me daba nada por esa lucha por colocar el balón en el lugar de poder contar un tanto, un ansiado gol que contribuyese a la victoria a término del partido. Sin embargo no dejo de reconocer que el futbol, al igual que otros deportes -quizás todos los deportes- ha sido un modo de difundir y cultivar una serie de valores sociales, valores de grupo y también personales como pueden ser el compañerismo, el respeto y el reconocimiento al propio compañero y desde luego al adversario, el espíritu de superación en las circunstancias adversas o difíciles, la capacidad de compartir lo bueno y lo malo, la alegría y la tristeza y saber renacer tras la derrota, considerándose siempre a ésta como una circunstancia puntual y siempre superable junto a los demás, con el esfuerzo de cada uno, unido al del conjunto. Todo esto -y más- se podía trasladar a la vida diaria y contribuía a generar y desarrollar todos los demás valores que venían a definir lo que se dio en llamar 'sociedad occidental'.

Muy posiblemente por estas razones, la decepción en la celebración del actual Campeonato Mundial de fútbol ha sido tremenda, sobre todo después de la anterior competición futbolística universal, sí, aquella en Sudáfrica, por haber sido aquel un país en el que el apartamiento, por causa de distinta raza, principalmente, había tenido al mundo negro completamente desterrado de cualquier oportunidad de vivir en libertad y en el respeto a todos los valores que dignifican al ser humano. Sin desear entrar en análisis más profundos, lo que sí fue verdaderamente ejemplar -por edificante- es que, muy poco antes, se había producido una revolución intelectual y moral -o ética, si se quiere así denominar- que había permitido la posibilidad de acceso de todos los seres humanos de aquel país a todos los estamentos e instancias de su sociedad. Allí se alzó la selección española como campeona del Mundo. ¿Recuerdan?...

Lo de este año en Qatar es bien distinto. Y tampoco voy a entrar en análisis, imposibles de constreñir en las pocas líneas que nos quedan para terminar esta columna. Ni siquiera la ausencia absoluta de democracia, la inexistente y elemental separación de poderes o el respeto a todos los Derechos Humanos en el territorio de su monarquía absoluta.

Lo que más me ha decepcionado y dolido es que eso que llamamos 'Occidente' ha perdido todo su respeto y propia estima por haber aceptado un precio en monedas, a cambio del cual se ha quedado sin discurso moral, o ético, si se quiere así denominar. ¿O no?

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