El viejo dicho británico de que la política hace extraños compañeros de cama sigue vigente. En todos los partidos hay parejas mal avenidas que fingen simpatía para no perder votos. Esta campaña andaluza nos ofrece ejemplos. El más conocido de los divorcios latentes es el de Susana y Pedro. Pero también está el de Casado con Moreno, por el excesivo entusiasmo con el que el jefe regional de los populares actuó a favor de Santamaría en las primarias del PP. No es menor el de Teresa Rodríguez con los dos pablos, Iglesias y Echenique, por su cortejo con la IU andaluza ajeno a las consignas madrileñas. El cuarto de los divorcios es el único consumado: el de los socios Marín y Díaz. Ninguno de los dos quería, tanto que se hicieron promesas de cariño y respeto en el último debate parlamentario; pero lo exige el guion hasta el 2-D.

El divorcio de Díaz y Sánchez lo vio en directo toda España en sesiones gloriosas. Una, la defenestración del secretario general del PSOE el 1 de octubre de 2016. Y la segunda, el 16 de mayo de 2017, en el debate de las primarias socialistas. La presidenta andaluza le dijo al hoy presidente del Gobierno: "No mientas, cariño. Tu problema Pedro no soy yo, eres tú". Once palabras como once cuchillos. Ruptura televisada. Una de las razones por las que Díaz se ha empeñado en que las autonómicas no coincidan con las generales es evitar correr el riesgo de que Sánchez saque más votos que ella el mismo día.

En los divorcios siempre colea alguna factura. En aquel debate, la líder andaluza le reprochó, por dos veces, a Sánchez que hubiese colocado a Irene Lozano en un puesto de salida en la lista del PSOE por Madrid, relegando a muchas compañeras del partido. La ex dirigente de UPyD se había distinguido por criticar duramente al bipartidismo. Pues bien, el mismo día en que el BOJA publicó la convocatoria electoral del 2 de diciembre, desde La Moncloa se anunció el nombramiento de Lozano como secretaria de Estado responsable suprema de la Marca España. ¿Casualidad o ajuste de cuentas?

El otro gran divorcio camuflado es el de Casado y Moreno. Juanma llegó incluso a amenazar a Pablo con que no podría gobernar el PP con Andalucía en contra, para obligarle a ir al congreso del partido como secretario general de Soraya. Daba por hecho que si Casado mantenía su candidatura estaba contraviniendo la decisión de las bases. Aquí hay facturas pendientes. Como las hay en Podemos, entre Rodríguez e Iglesias y Echenique. La dirección nacional ha estado en perfecto desacuerdo con la manera en la que ha gestionado la dirigente anticapitalista gaditana su confluencia con IU para montar Adelante Andalucía. Y la están esperando el día después.

Con esta tensión latente, si algo sale mal habrá algún funeral. Y bien, no le pueden salir las cuentas a todo el mundo.

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