Un eco democrático

El golpe de 2017 resultó bastante más peligroso que la bochornosa escaramuza del teniente coronel Tejero

Según hemos sabido estos días, Felipe VI quiso que la infanta Leonor estuviera a su lado durante el discurso del 3 de octubre de 2017. Esto nos recuerda que el rey Juan Carlos también mantuvo despierto al príncipe de Asturias cuando la noche del 23-F, hace ya cuarenta y un años. Dicha igualdad de fondo, sin embargo, no oculta una distinta percepción de los hechos. Lo que en 1981 se consideró con claridad como un golpe de Estado, en el golpe de 2017 hubo quien quiso verlo como una inocente expresión popular, amputada por la violencia estatal. Lo cual implica, necesariamente, que el golpe de 2017 resultó bastante más peligroso que la bochornosa escaramuza del teniente coronel Tejero.

Ya hemos visto que Putin, arcano valedor del procés, es muy aficionado a arbitrar referendums en los territorios bajo su influjo (qué habrá sido de aquellos 30.000 soldados que iba a mandar don Vladimiro a Cataluña). Y también hemos visto, Putin mediante, la diferencia que va del escalofrío plebiscitario al mero orden democrático. El discurso de Felipe VI, en la temprana noche del 3 de octubre, fue una defensa razonada, sólida y emocionante de la democracia, ante la violenta reclamación nacionalista de una república xenófoba y autoritaria, cuyo benemérito fin, como sabemos desde antiguo, es la extranjerización y enajenación del vecino desafecto, y ello con el dinero de los propios extranjerizados, que tiene mucho más mérito y sale más barato, claro. Es de suponer que la infanta Leonor, futura reina de España, no necesitaba esta lección para saber lo que ya sabe. Pero sí cabe destacar que esta concepción plebiscitaria, vale decir, simbólica, de la democracia, hoy tan en boga, desdeña aquello mismo que la compone: la formidable trama de derechos y obligaciones que convierten a un hombre en ciudadano.

Todavía hoy, en algunos libros de historia, se habla de las "democracias populares" de la antigua URSS. Lo cual es tanto como confundir al veneno con su antídoto. La república catalanista de nuestros héroes del 1-O era "democrática" en igual sentido. Esto es, solo era válida para aquellos que disfrutaran de la ideología, el apellido y el idioma convenientes. Si eso es una república nadie lo pone en duda. En cuanto a sus valores democráticos, no podemos engañarnos. Catalán es aquél que el catalanismo decida. Ahora bien, por qué unos señores deben decidir quiénes son los verdaderos catalanes, es algo que una democracia no puede explicar ni permitirse. Y eso es lo que dijo el rey aquella noche inolvidable.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios