¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

El ejército catalán

Una de las mentiras del 'procés' es la de la una Cataluña pacífica y bovina frente a una Castilla guerrera y depredadora

Entre las grandes mentiras que adornan al independentismo del noreste figura la de una Cataluña pacífica y bovina frente a una Castilla guerrera y depredadora. La historia, por contra, nos muestra una larga tradición guerrera que va desde los míticos almogávares hasta esos milicianos heridos que saludan puño en alto desde el tren en uno de los episodios más emocionantes de Homenaje a Cataluña, de George Orwell. No olvidemos tampoco la bravura del somatén contra el francés o las hazañas de los voluntarios catalanes de Prim en la batalla de Wad Ras. Una de las unidades legendarias de la Caballería española, Sagunto, nació cuando don José Alejo de Camprodón y San Dionís creó en Barcelona un regimiento de dragones para luchar en la Guerra de Sucesión. Dicho Camprodón, por cierto, terminó desertando por un turbio asunto de faldas, lo que no impide que los viejos oficiales de dicha unidad sigan rindiéndole tributo con un brindis que nuestra casta pluma se niega a reproducir.

Hacemos este despliegue de batallitas y pendones con motivo de la reciente polémica entre los indepes sobre la conveniencia o no de crear un ejército catalán que garantice la defensa de una hipotética república catalana. El singular combate, al cierre de esta edición, se salda con un empate. Por una parte, el honorable Carles Puigdemont, pese a su peinado yeyé, sueña con una grand armée catalana con la que hacer alardes en los campos de Marte. Por la otra, monsén Junqueras, fiel al beato espíritu antimilitarista que impera en la izquierda española, se azora al imaginar una Cataluña en la que los halcones sustituyan a las palomas en las ramblas. Quede ahí la cosa, pues estas polémicas, normales cuando los niños juegan a las casitas, tienen poca miga y apenas dan para dos míseros titulares con los que salvar el día.

Sin embargo, pese a su insignificancia, el ridículo rifirrafe ejemplifica las poderosas tensiones y paradojas que arrastran las aguas subterráneas del procés. Hasta ahora, el independentismo ha intentado transmitir con algún éxito una imagen monolítica, pese a ser un carnaval de siglas y carismas políticos en el que se juntan el respetable burgués expujolista con el más terrible de los anarquistas rurales de la CUP. Desconocemos el futuro de Cataluña, pero no tenemos duda de que cuando las diversas facciones del independentismo se tengan que mirar a la cara sin la excusa nacionalista les hará falta un ejército de verdad, pero no de almogávares y dragones, sino de cascos azules.

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