Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Los más embusteros

Nuestro Pedro Sánchez tiene tal carga de embustes y contradicciones a sus espaldas que resulta demasiado llamativo

Son Trump, Johnson y Sánchez los jefes de Gobierno que encabezan la cliasificación? Se ha dicho reiteradamente que la mentira va unida a la política, donde suele haber un abismo entre lo prometido y lo realizado. Los ciudadanos suelen acabar defraudados por los que se han tomado la molestia de votarlos y han obtenido el poder -a todos los niveles, no sólo estatales, sino regionales o locales-, bien por el voto directo de los electores o por pactos que, en muchos casos habrían anunciado imposibles -¿recuerdan lo dicho por el presidente Sánchez con qué socios no pensaba gobernar?- En cualquier caso la mentira y la deformación de la realidad ha estado presente no sólo en la política española, sino en buena parte de la internacional. Los otros días escuchaba al jubilado diplomático Inocencio Arias -cesado de su cargo en la ONU por el Gobierno de Aznar cuando cuestionó la presencia de armas de destrucción masiva, base de la invasión de Irak- refiriéndose a presidentes de Gobierno de distintos países, en relación con su capacidad de mentir. Este ranking lo encabezaban el americano Trump, el británico Johnson y el español Sánchez, a los que habría que añadir Aznar, su amigo americano Bush y tantos otros, del presente y del pasado. La aseveración carecería de validez si no la respaldasen las hemerotecas.

El patético Trump es ya historia -aunque esté dispuesto a volver a las andadas, incluyendo el asalto estimulado del Capitolio-, el grotesco Johnson, con el Brexit y sus juergas en plena pandemia y confinamiento ciudadano, y, finalmente, nuestro Pedro Sánchez tiene tal carga de embustes y contradicciones a sus espaldas que, aún aceptándolos como recurso político para mantenerse en el poder, fin de todo mandatario o aspirante a mandar, resulta demasiado llamativo. Lo malo de todo esto es la aceptación social de que los políticos, estén en el poder o en la oposición, pueden mentir o insultar con absoluto descaro, conscientes y, a veces, inconscientemente, porque se les escapan, como se le escapó a un concejal de Zaragoza en Común llamarle 'carapolla' al acalde de Madrid. Los insultos, descalificaciones, agresiones verbales, por desgracia, también forma parte de la acción política. Sin embargo carecemos, hoy, de políticos que en sus descalificaciones o caricaturización de adversarios utilizaban cierta agudeza, como ocurría con Alfonso Guerra, aunque fuese, a veces, envenenada. Hoy, predomina la zafiedad, insulto a la inteligencia colectiva, todavía existente en muchos ciudadanos.

Los medios tampoco estamos exentos de estos males políticos y sociales. Quizá porque se asume -vean, los visitantes de las redes sociales, las barbaridades que transcurren por ellas- que todo lo más bajo y ruin puede ser admisible en una sociedad donde los valores éticos y hasta la buena educación parece ser una antigualla.

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