La empatía como problema

Cuando una persona que se dedica a la política afirma que no tiene problema con la empatía, debemos reflexionar

La empatía requiere caminar al menos cien metros con los zapatos de la otra persona. Eso no lo establece ninguna ley, pero debería ser requisito indispensable para estar en política. Y cuando una persona que se dedica a la política afirma que no tiene el problema de la empatía (el alcalde de Granada en el Pleno Extraordinario del 28 de enero de 2020) debemos reflexionar sobre esa afirmación.

En 1983 Howard Gardner propone el modelo de inteligencias múltiples como alternativa al enfrentamiento inteligencia/emoción. El concepto 'inteligencia emocional' se usa por primera vez en 1990 por Peter Salovey y John Mayer, y lo definen como la capacidad de controlar y regular los sentimientos de uno mismo y de los demás y utilizarlos como guía del pensamiento y de la acción. Pero fue Daniel Goleman, con su libro Inteligencia Emocional, quien lo popularizó y convirtió en un bestseller, refiriéndose a las siguientes habilidades: conciencia de sí mismo y de las propias emociones y su expresión; autorregulación, controlar los impulsos, de la ansiedad, diferir las gratificaciones, regular nuestros estado de ánimo; motivarnos y perseverar a pesar de las frustraciones (optimismo); empatía y confianza en los demás; las artes sociales. De la empatía, dice la Real Academia de la Lengua que es un "sentimiento de identificación con algo o alguien" en su primera acepción y la "capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos", en la segunda.

Partiendo de la premisa básica de que si no se reconoce "al otro" no puede haber inteligencia emocional, un periodista y escritor argentino, Sergio Sinay, acercó el concepto de empatía a la política: Solo quien desarrolla la empatía deja de ver a los otros como siluetas, como instrumentos para sus fines, como obstáculos a apartar o como objetos descartables. Aunque no forme parte del programa de ningún partido, es innegable que quienes gobiernan deben sentir como propias las vicisitudes de aquellas personas para las que ejercen su tarea y, en la medida en que sean capaces de "ponerse en sus zapatos" conseguirán promulgar leyes más justas o construir ciudades más habitables. Maquiavélico es la antítesis del político empático. La demagogia una perversión de esa capacidad.

Por eso es tan doloroso oír al alcalde de Granada responder en una sesión del Pleno del Ayuntamiento, a la pregunta de si sabe qué es la empatía, "yo no tengo ese problema". Y dijo la verdad: él no tiene ese problema. Quienes lo tenemos somos quienes vivimos en Granada, la ciudad que este señor cree que gobierna.

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