La ciudad y los días

Carlos Colón

El enemigo en casa

LA basura entra en nuestras casas todos los días a través de la televisión e internet. Dos maravillosas realidades llenas de posibilidades comunicativas, divulgativas y creativas… Y de peligros; en un momento en el que la lógica del beneficio, y ese sustitutivo de la libertad que es la falsa tolerancia, parecen mandar más que los ciudadanos a través de sus representantes democráticamente elegidos: eso que se llama política. La basura televisiva es consumida en familia y entre risas, como si fuera un entretenimiento doméstico oír lo que la canalla más zafia, vulgar y en muchas ocasiones delictiva tiene que decir sobre ella misma, sus amantes, sus broncas familiares o sus enemigos. La basura a la que se puede acceder a través de internet es consumida en soledad, en los cuartos equipados como refugios antifamiliares con todo lo que el mercado puede ofrecer a los adolescentes para aislarse de la comunicación real y entregarse a la virtual.

Según unas declaraciones efectuadas a ABC por el responsable de Investigación Tecnológica y Delitos Telemáticos de la Comandancia de la Guardia Civil de Sevilla, los delitos relacionados con el uso de las nuevas tecnologías han aumentado alarmantemente, sufriendo un auge considerable los de índole sexual -sobre todo la posesión y envío de pornografía infantil- y los relacionados con el acoso a menores que ingenuamente contactan con desconocidos", el llamado grooming. "Internet es una herramienta maravillosa y una ventana al mundo -concluye-, pero no se ha sabido enseñar a todos los jóvenes a usarla bien".

"Enseñar a usarla bien" quiere decir educación. Y ya sabemos cómo están las cosas en este decisivo terreno en el que nos jugamos el futuro de nuestros hijos. También quiere decir ejercer la autoridad paterna, supervisar, vigilar, corregir y, si es necesario, reprimir. E igualmente sabemos cómo están las cosas en este otro terreno que es complementario del proceso educativo. Es sabido que a mayor madurez educativa, menor necesidad de reprimir. Pero lo que se ha hecho es educar mal y desistir de ejercer la autoridad. Esta combinación, en un momento de poderosas inducciones al consumo acrítico, tiene graves consecuencias a las que, por evitar ser descalificado como pesimista o defensor de posturas patriarcales y autoritarias, no se les presta la debida atención.

Y no cabe autoengañarse aduciendo una madurez de la que sabemos que muchos jóvenes carecen a causa de su déficit educativo; o el respeto a una libertad de expresión que, las más de las veces, no se ejerce en un sentido crítico, informativo o divulgativo.

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