Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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El espejismo de la lotería

'Todos' se repite hasta cuatro veces en el anuncio de la Lotería de Navidad. ¿Palabra talismán o palabra trampa?

En el teatro de Lope de Vega (1562-1635), los personajes se manifiestan con decoro: el rey habla como rey, el alcalde, como alcalde, el labriego, como labriego y el militar, como militar. El anuncio de la Lotería de Navidad de este año es absolutamente decoroso, respetuoso con los tiempos presentes. El anuncio habla, como corresponde a la época que nos ha tocado vivir, el lenguaje del engaño, de la mentira, del fingimiento. Premios que nunca llegarán, pero que se nos prometen un día y otro. La mentira aglutina a más gente que la verdad. Cuatro veces se utiliza en el anuncio 'todos', la palabra mágica, el abracadabra, el ensalmo que une y cimienta a todo el pueblo. Una ilusión vana. Si Dios ha muerto, no nos quedamos nada más que nosotros, todos, para hacer frente a los grandes problemas de la familia humana: el dolor, la enfermedad, la vejez, la injusticia, la muerte; esos que ni el mismo Dios acertó a resolver. Un talismán es 'todos'. Un talismán capaz, como Cristo, de resucitar incluso a los muertos.

En el poema del peruano César Vallejo Masa (1937), un hombre ha muerto: se le acercan miles, millones de individuos, pidiéndole que resucite; no lo consiguen y el cadáver, ay, sigue muriendo. Pero, "Entonces -escribe Vallejo- todos los hombres de la tierra / le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado; / incorporóse lentamente, /abrazó al primer hombre; echóse a andar...". 'Todos' es una de las palabras favoritas de los misioneros, de los predicadores, de los alcaldes, de los oradores en los mítines. Detrás de ella se pone el nombre de los que integran ese 'todos'. Todos los hombres de bien, todos los granadinos bien nacidos -se excluyen los alumbrados en partos difíciles o/y distócicos- , todos los españoles patriotas, todos los catalanes independentistas, todos los vascos nacionalistas, todos los trabajadores, todos los explotados, todos los arios, todas las mujeres, todos los varones... El nombre que acompaña al 'todos' suele ser restrictivo.

¿Qué se hace con los que no están incluidos en ese 'todos'? Las soluciones han sido muchas, a lo largo de la historia, desde las más drásticas, que han pretendido, como quiso hacer el Holocausto, eliminar a etnias enteras o a grupos 'indeseables' para los nazis, hasta las más benévolas y demoradas como son las soluciones misioneras que pretenden la integración del infiel, del tibio o del indeciso, tras la catequesis política o religiosa. Hermosa y bien traída es la palabra 'todos', si no esconde una trampa, un espejismo, como en el anuncio de la Lotería Nacional: todos los vecinos unidos para engañar a alguien (¡claro, por su bien!). Porque, ¿y si a la maestra de la historia, al sentirse engañada, le da por tirar a su hijo desde lo alto del faro?

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