Es cierto que los precios no han parado de crecer mientras que el bolsillo no ha dejado de menguar. Que lo que antes costaba equis pesetas ahora se engorda unos cuantos euros por encima para redondear el caro coste de vida. Incluso, de año en año los precios van subiendo y ahora con cinco euros poco más se puede hacer que un par de tercios fresquitos o renovar el bonobús para unos pocos viajes. La vida se encarece pero también en muchos casos se ennegrece y se torna amarga de una forma casi insostenible. En el periódico de hoy entre las diferentes noticias hay un titular que no puede dejar indiferente, el del juicio a dos acusados que acabaron con la vida de una persona que les adeudaba cinco euros. Ambas personas reconocieron los hechos en el inicio de esta sesión que pone en el epicentro de todo la violencia con la que lidiamos en el día a día y que está a la vuelta de la esquina en cualquier plaza, en cualquier discusión, en cualquier arrebato estúpido que sesga lo único relevante que existe, la vida. Y la vida de cualquier persona vale mucho más (de hecho no debería tener precio). Todo por unos malditos cinco euros.

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