La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El éxito de una mentira

El mayor y más duradero triunfo de la izquierda es hacer creer que sólo persigue, reprime o censura la derecha

El límite de la libertad de expresión no lo marca la ley, sino a quién o qué se insulte y quién lo haga. Si se trata de colectivos, ideas o creencias blindados por la corrección política, nuestra permisiva interpretación de la libertad de expresión se estrecha, la más férrea censura se impone y el linchamiento se justifica. Si en cambio se trata de colectivos, ideas o creencias desprotegidos, los peores insultos, las mayores barbaridades y las más hirientes groserías pueden decirse de ellos sin que a los afectados se les reconozca tan siquiera el derecho a denunciarlo. Si lo hacen son tachados de intolerantes censores y lo habitual es que la interpretación legal de la libertad de expresión dé la razón a quien los insulta o agrede.

Lo curioso es que esta ley del embudo y esta censura que está perjudicando o destruyendo carreras de artistas -que al no haber sido juzgados se pueden considerar linchados- se atribuyen a la derecha o al fascismo cuando en realidad son obra de la izquierda y la progresía. Hace pocos días un cineasta entrevistado en nuestro periódico decía: "Vivimos tiempos de fascismo mental. Yo ahora escucho mucho eso de 'uy, esta película hoy en día no se podría hacer'. Y me temo que es verdad. Pasolini o Buñuel lo tendrían hoy jodidísimo para rodar. Da miedo esta ola retrógrada". Tiene razón en que Buñuel o Pasolini serían hoy censurados por la corrección política, en que muchas películas hoy no se podrían estrenar y en que vivimos una ola retrógrada. Pero no es resultado del fascismo mental, sino del izquierdismo o el progresismo mental de la corrección política.

Se atribuye a Papini esta frase: "El mayor triunfo del diablo es hacer creer que no existe". Pues el mayor y más duradero triunfo de la izquierda es hacer creer que sólo persigue, reprime o censura la derecha. Cuando lo hace la izquierda se atribuye a la derecha. Como si la maldad fuera incompatible con la izquierda y connatural a la derecha con independencia de que sea democrática o no. O más bien que lo aparente porque, según este tópico, la derecha no puede ser democrática. Debería escandalizar que este mismo año Ian Gibson haya dicho: "La derecha española tiene el franquismo en los genes, en el ADN". Una reducción biológica de la ideología y la política digna de la peor seudociencia nazi o estalinista. Y más aún escandaliza que este tópico siga siendo asumido o utilizado por tantos.

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