Una fábula

Hay una realidad fea y dura, nada "fashionable", a la que la izquierda autocomplaciente le da la espalda

Durante un tiempo viví en una pequeña ciudad del centro de Pennsylvania que se consideraba un modelo social para Estados Unidos. La ciudad tenía muy poco paro, muy poca criminalidad y un alto grado de cohesión social. En definitiva, era el modelo de ciudad en el que querrían vivir todos los americanos. Pero ese modelo empezó a resquebrajarse cuando empezaron a notarse los peores efectos de la globalización. En la parte norte había tres fábricas importantes -una de componentes automovilísticos, otra de material electrónico y otra de derivados del caucho- que daban trabajo a una gran parte de la población. En sólo dos años, entre 2008 y 2010, esas fábricas cerraron. Después sólo quedó en funcionamiento una fábrica de componentes ferroviarios que atravesaba graves problemas económicos.

Esa ciudad tenía una universidad prestigiosa. En todo el tiempo que estuve allí, sólo un profesor me habló de aquellas fábricas que habían cerrado. Los demás profesores seguían absortos en su programación académica: la narrativa "trans" en Colombia, el cine feminista en Brasil, la herencia traicionada de los indios americanos, la economía de las pequeñas islas del Caribe, la Venezuela de Chaves... Nada de lo que sucedía a tres calles de donde dábamos clase tenía el más mínimo interés para la mayoría de profesores y alumnos. En realidad, vivíamos en una burbuja blindada contra todo lo que ocurría a nuestro alrededor. En 2007 y en 2012, cuando hubo elecciones presidenciales, la ciudad votó a Obama, que ganó abrumadoramente en la primera ocasión y por los pelos en la segunda. En 2016, cuando se presentó Trump, la ciudad y el condado votaron masivamente a Trump. La izquierda de los demócratas acabó literalmente arrasada.

Supongo que eso explica lo que le pasa a la izquierda en una buena parte del mundo desarrollado: hay una realidad inmediata que preocupa a mucha gente, pero esa realidad suele ser fea y dura y no resulta "fashionable", así que por desinterés o por autocomplacencia la izquierda le da la espalda, igual que les pasaba a los profesores que no querían saber nada de las fábricas que cerraban a un kilómetro de donde vivíamos. Pues bien, esa izquierda enfrascada en unos problemas de identidad que en el fondo son minoritarios es la que se está pegando el batacazo en Europa. ¿Aprenderemos la lección? Lo dudo.

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