Señales de humo

José Ignacio Lapido

Todos felices

LOS granadinos estamos en peligro: una sobredosis de buenas noticias puede acabar con nosotros. Es sabido que muchos heroinómanos han fallecido por inyectarse caballo de gran calidad. Acostumbrados a consumir material adulterado, sus organismos no han resistido un pico con tal grado de pureza. Eso mismo nos puede ocurrir a los nacidos o empadronados en esta bendita ciudad. Abonados secularmente a bregar con datos socioeconómicos aciagos, a lamernos las heridas y, sobre todo, a regodearnos de nuestra propia incuria, de pronto las primeras páginas de los diarios locales se llenan de buenas nuevas. Cuidado con el subidón.

Buenas noticias para dar y tomar: económicas, culturales, deportivas, religiosas… No es normal por estos pagos que en un mismo día se inaugure en el Parque Tecnológico de la Salud el nuevo complejo de Laboratorios Rovi donde se va a fabricar la bemiparina y unos metros más allá, el magnífico Centro Cultural de Caja Granada. Como tampoco lo es que el arzobispo de Granada deslumbre a la Humanidad con sus conocimientos científicos sobre el sida y el manejo del preservativo y unos días más tarde sepamos que Granada ha sido elegida como sede del MundoBasket 2014. Canastas y condones. Estoy que no quepo en mí de gozo.

La foto de portada de este periódico el domingo pasado revelaba a la perfección este nuevo sentimiento de satisfacción generalizada: el presidente de la Diputación, el alcalde, el rector de la UGR y otros sin identificar con una sonrisa de oreja a oreja aplaudiendo efusivamente. Celebraban la designación de Granada como sede la de la Universiada de invierno en 2015. Mi entusiasmo solidario por este logro no disminuyó cuando leí que nuestra ciudad había sido la única candidata. Lo verdaderamente asombroso hubiese sido que no se consiguiera.

Pero sin duda la gran noticia que cierra toda una época del periodismo local ha sido la inauguración del último tramo de la A-44. En efecto; si en las dos últimas décadas ha habido un tema del que se hayan escrito cientos de columnas, cartas al director, reportajes y artículos del más variado pelaje ese ha sido el de la autovía a la costa. Era yo un veinteañero airado cuando las máquinas excavadoras -no sé si se habían inventado ya o eran yuntas de bueyes las que aplanaban el terreno- comenzaron el trabajo que ahora se da por concluido. Entonces tenía toda una vida por delante, ahora la tengo por detrás, por eso sabrán comprender que mi alegría por este tardío pero cierto final esté teñida de melancolía. No sé si entonar un aleluya o componer en un arrebato místico-musical un adagio titulado Añoranza de los caracolillos de Vélez. Lágrimas de felicidad.

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