Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Dos ferrocarriles completos

Todo cambió en octubre con la primera protesta contra la reforma sanitaria, que despertó el alma dormida de la ciudad

En Esperando a Godot, obra capital del teatro del absurdo, Samuel Beckett imaginó a dos vagabundos, Vladimir y Estragón, aguardando junto a un árbol situado a la orilla de un camino a alguien que nunca llega. Ambos personajes, que encarnan el tedio y el sinsentido de la vida, se muestran deseosos de abandonar el lugar, pero incapaces de hacerlo. Y así repiten obsesivamente el mismo diálogo. Cada vez que Estragón dice "vámonos", Vladimir contesta "no podemos". "¿Por qué?", pregunta Estragón. "Esperamos a Godot", sentencia Vladimir.

Granada lleva 35 años esperando a Godot. Ha sido la ciudad mediana del país más damnificada por el establecimiento del Estado de las Autonomías. Con prisa, pero sin pausa, lo fue cediendo todo, su condición de centro universitario, comercial, cultural, militar y administrativo del sureste español, sin obtener apenas nada a cambio. Puesta a perder, perdió hasta el chavico que guardaba en la antigua Caja de Ahorros, ahora diluida en un banco con mayoría de capital público que pronto será absorbido por otro mayor, con lo cual se convertirá en un 0,000 a la izquierda. Y después, mientras esperaba un AVE alicorto y de corral, el que más tardará en llegar a Madrid en relación con la distancia existente, quedó completamente aislada por tren, afrenta que no padece ninguna capital de provincia española, incluidas Teruel y Soria, cuya población no alcanza los 50.000 habitantes.

Huérfanos de representantes, confiados en unas élites políticas demasiado preocupadas por salvaguardar los cargos y los intereses de sus partidos, o sea, los propios, los ciudadanos no supieron defender lo que les pertenecía y se entregaron al lamento estéril durante décadas. Todo eso cambió en octubre pasado con la primera protesta contra la reforma sanitaria, que sacó a decenas de miles de personas a la calle y despertó el alma dormida de la ciudad. Y se compulsó el domingo, cuando se dobló el número de manifestantes respecto a la anterior manifestación en defensa de dos ferrocarriles completos con urgencia y con destinos finalistas en Madrid y en Barcelona. No estuvo el alcalde virtual, que asistió por Twitter (su ausencia se ha convertido en una garantía de éxito). Y faltaron también los representantes del PP, responsable máximo de la desvergüenza. Pero los granadinos decidieron no esperar más a Godot y abandonar el andén del olvido. Ojo: en una ciudad tan celosa de sus tradiciones, si el populamen le toma el gusto a la calle, no habrá manera de enviarlo de vuelta a casa.

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