El final del verano

Trabajar para que el futuro sea mejor y que esa mejoría alcance a cada vez más personas depende de que nos lo propongamos

Ha acabado el verano. Como cada año, las estaciones se suceden unas a otras, inexorablemente ajenas a nuestros afanes y cuidados. La llegada del otoño trae a Granada grandes cambios. No solo quedan atrás las abrasadoras temperaturas de julio y agosto y se avecina el fresco del atardecer que invita al paseo y hasta alguna lluvia ligera que reverdezca el paisaje. También estamos notando cómo las calles se llenan de gente, gente no solo que ha decidido salir a pasear por las nuevas temperaturas. Gente que viene de otros sitios, algunos lejanos y otros cercanos, pero que llenan terrazas y bares, que ocupa hoteles y museos, que paseando devuelven la vida a nuestras calles y con su visita devuelven la vida a la hostelería o al comercio, tan necesitados ya de esta nueva situación.

También es ahora cuando se empieza a notar la nueva vida en la plaza del Carmen, la actividad frenética del grupo de gobierno municipal del PSOE empeñado en sacar la ciudad del agujero en el que la pandemia y la incapacidad de gestión del anterior ayuntamiento la habían sumido. Ahora, cuando se están empezando a levantar restricciones y estamos pendientes de que la nueva normalidad nos sea confortable, ahora es el momento en el que no deberíamos olvidar que los servicios públicos deben funcionar de manera adecuada para que realmente disfrutemos de democracia real y justicia social. Por mucho que quieran confundirnos, las políticas neoliberales del PP (en el Congreso de los Diputados, en San Telmo o en la plaza del Carmen, eso da igual) nos alejan de un mundo más justo y solidario.

Necesitamos escuelas públicas para toda la población, con el profesorado necesario, los recursos adecuados, las instalaciones pertinentes. Necesitamos Centros de Salud abiertos y con personal suficiente, con medios técnicos adecuados para prestar un buen servicio. Necesitamos servicios sociales con la dimensión adecuada para atender a la población a la que están destinados, con personal cualificado y bien remunerado.

Además del buen tiempo y el buen funcionamiento de las instituciones y los servicios, la ciudadanía quiere cada vez más: queremos democracia participativa, queremos un futuro menos incierto. Predecir el futuro es casi siempre un brindis al sol. Pero trabajar para que ese futuro sea mejor y que esa mejoría alcance a cada vez más personas depende solo de que nos lo propongamos.

Aunque el verano haya acabado, trabajemos para que el otoño sea mejor. Y el invierno aún más. Una estación tras otra esa puede ser nuestro propósito. Paso a paso, compromiso a compromiso, voto a voto.

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