palabra en el tiempo

Alejandro V. García

El fiscal y las elipsis

EL fiscal superior, Jesús García Calderón, ha aprovechado algo tan solemnemente aburrido como su ingreso en la Academia de Jurisprudencia para dictar una lección sobre el respeto que merece el patrimonio artístico. Jesús, que además de fiscal es un poeta con un sobrado dominio de la métrica y las licencias, enhebró un juego de elipsis para poner el dedo en la llaga sin necesidad de dedo ni de llaga. El fiscal habló con una inusitada rotundidad del respeto que merece el patrimonio, compuso una apología de la libertad de los monumentos y atronó contra las "nuevas y siempre discutibles apuestas urbanas en espacios de gran significación". Y por si algún despistado comedor de ajos aún no se hubiera picado por las referencias, el fiscal se refirió concretamente a la Alhambra como un espacio modélico que "respira a través de un bosque nutrido y sabio que le niega su vieja condición de fortaleza", un entorno que a su juicio "debe permanecer al margen de cualquier veleidad intervencionista y probablemente inspirada en torpes intereses materiales". Repito, torpes intereses materiales. Torpes, mezquinos y personalistas, añado yo.

El alcalde de la ciudad le tiene puesto el ojo al bosque de la Alhambra desde hace ocho años, aunque en los dos últimos lo ha hecho con más fijeza. Torres Hurtado pretende continuar el disparatado sueño de sus predecesores y minar el bosque de la Alhambra para construir un túnel y luego un especie de ascensor para subir y bajar turistas con el absurdo pretexto de que así los hoteles ganarán clientes. Jamás he entendido semejante ilación comercial. No sé qué tiene que ver el ascensor con las pernoctaciones, como si ahora los turistas que visitan la Alhambra fueran retenidos a punta de pistola (o a punta de clavel o de mata de romero) por los bandidos de la ciudadela. Lo increíble es que los particulares y las asociaciones que en su día clamaron contra el aparcamiento del Generalife mantengan ahora un silencio cómplice contra la mayor afrenta jamás imaginada contra el conjunto monumental. O una de las mayores pues, al ascensor, el Ayuntamiento ha unido el llamado Anillo de Circunvalación que horadaría literalmente Jesús del Valle y la colina noroeste de la Alhambra.

La intervención del fiscal superior ha sido muy oportuna por varias razones. Primero porque demuestra que en una democracia viva la victoria en las urnas no es un salvoconducto para la destrucción y, segundo, porque recuerda que al margen del poder político y de sus veleidades están las leyes, la sensibilidad y la cultura, bastiones todos ellos que ni siquiera el poder de las mayorías absolutísimas pueden doblegar.

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